Desde el agua, al horizonte

El residencial de Puente Tablas destaca por la tranquilidad y seguridad de la zona, donde los niños disfrutan de unas instalaciones que les permiten jugar todo el día y aprovechar sus vacaciones

05 ago 2018 / 11:11 H.

Con unas vistas del horizonte jiennense y su capital envidiables, el residencial Nuevo Mundo de Puente Tablas puede presumir de algo más que su situación geográfica. En el centro del complejo, y rodeada de vegetación, la piscina comunitaria es el sitio preferido por todos los residentes cuando llega el verano. A tan solo dos pasos de casa, lo único necesario es el bañador y muchas ganas de diversión.

Con el atardecer, las familias se bajan junto con sus hijos para disfrutar de una tarde donde, lo que más suceden, son los chapuzones que salpican a todos los que se encuentren a menos de dos metros de distancia. Un par de toallas son suficientes, aunque algunos prefieren llevarse algunas cosillas más para ahorrarse un paseo al piso. Entre ellas, los imprescindibles bocatas de media tarde o un par de refrescos u cervezas para calmar la sed después de una calurosa tarde. Mientras tanto, una familia optó por algo más “sonoro”. Junto con su guitarra para dar unas notas de ritmo a al atardecer (y hacer tiempo entre un chapuzón y el siguiente de sus hijos), Vicente Espinosa confiesa que pasa todas las tardes al borde de la piscina junto con su familia. “Aquí, en la urbanización, se está muy a gusto. Nos bajamos con los niños a partir de las cinco de la tarde, que es cuando abren, hasta las diez de la noche”, explica. Fue en 2004 cuando Espinosa se mudó con su esposa, Rosario Carmona, al complejo de edificios, donde han establecido su residencia permanente. “El piso que tenemos era de mis suegros. Nosotros se lo compramos y ahora estamos en las gloria”, declara. La tranquilidad que se vive en la urbanización y la calidad de vida que llevaban fueron unos de los motivos por los que la pareja se asentó en el bloque y crió a sus dos hijos. “Mi niños han aprendido a nadar en esta piscina. Para ellos, estar aquí es como estar de vacaciones. Hay veranos en los que te puedes ir a la playa y otros que no por temas laborales, pero en esas ocasiones no echan en falta nada”, apunta Espinosa. En el residencial tienen la posibilidad de ir también en la pista deportiva, donde juegan a fútbol, tenis o con los patines. “Aquí hay una gran cantidad de niños pequeños de las mismas edades que, además, también se juntan con los adolescentes. Hacen muchos amigos y se pasan todo el día jugando e inventando”, indica.

La seguridad es otro de los factores que más destaca en este residencial. Con la piscina totalmente vallada y con dos socorristas vigilando las aguas de la piscina, los padres se sienten totalmente aliviados porque saben que sus hijos no corren ningún peligro. De hecho, la carretera que entra al complejo tiene más de una señal que alerta y pide a los conductores de que reduzcan su velocidad. Aunque, según comentan los vecinos, tampoco son muchos los coches que entran y salen. Un motivo más que les ayuda a relajarse en la tumbona de la piscina. De hecho, así mismo se encontraba María Torres junto con su esposo y amigos, disfrutando del atardecer desde su silla en un sitio privilegiado al lado de la piscina. “Solo vivo aquí los cuatro meses de verano, el resto del año estoy en la capital. Pero noto mucho el cambio cuando vengo aquí, porque la temperatura es más baja”, explica Torres. Su amiga, Rosa Cobo, detalla que los veranos en el residencial son “estupendos”, porque en ahí tienen mucha más libertad, pueden disfrutar de la naturaleza y del buen ambiente. “La convivencia es buena. Aquí ya vive mucha gente durante todo el año y no es lo mismo que cuando bajábamos antes solo en verano. Los que viven aquí permanentemente llevan otra vida diferente”, señala Cobo, quien para divertirse suele recurrir a la tertulia con sus amigos y a un baño en la piscina. “Nos gusta estar tranquilos. Nuestros hijos ya están grandes, pero ahora están los nietos y esto es una segunda experiencia”, dice. Su marido, Antonio Jesús, destaca, así como Cobo, la tranquilidad con la que viven en el complejo de Puente Tablas, pero puntualiza: “Cuando me dejan”. “Aquí estamos en familia y estamos siempre entretenidos. Ponemos verde a todo el que pasa”, bromea. Pero, con el reloj marcando las diez de la noche, tuvieron que recoger sus tumbonas y esperar hasta el día siguiente para continuar la tertulia donde la dejaron.