De letrado a escritor

En la literatura antigua parecía inconcebible la presencia de materias alejadas de los cánones de la prosa y la poesía y se incluyeron algunos géneros literarios no amparados por las musas

14 ene 2018 / 11:30 H.

Se considera lógico, hasta cierto punto, que los cantos religiosos se vieran protegidos por Polimnia o que la danza y la poesía coral se ampararan con Terpsícore. Resulta sorprendente para los lectores actuales que a Calíope se le reservara la elocuencia y la poesía épica. Sin embargo, no ofrece duda alguna que a Erato, se reservara la lírica amorosa, a Talía la comedia, y a Euterpe, la tragedia. Pero existían casos excepcionales como Ucrania, la musa de la astronomía, que incorporaba la protección de la poesía didáctica y las ciencias exactas. O, Euterpe, que ampliaba su patronazgo con el mundo de la música.

A estos tradicionales patronazgos y adjudicaciones de las artes a una musa, se añadía un capítulo especial para los géneros de lo que denominaban literatura científica y jurídica. Se incluían también la filosofía, los estudios jurídicos e, inclusos, los estudios científicos con la exposición y biografía de escritores como Vitrubio, Celso, Apicio o Columela. Se consideraba el arte como una manera de comunicar, dentro de tres estilos, “sunmum” que se acercaba a los dioses, “médium” que se colocaba a medio camino entre el anterior y el “immum”, de lo vulgar, Y, por eso, este estilo de escritura y comunicación dejaba a los estudios, no reservados a las musas, para este tipo de producción literaria.

Me viene a la mente esta concepción de la literatura con la producción literaria de Antonio Cano Murcia, vecino de Alcalá la Real y escritor de la tierra Sur, donde se inició por los años ochenta en el mundo del periodismo, colaborando con su esperada crónica que compartía con Antonio Javier Pérez Martín en Diario JAÉN, con una prosa que ya anunciaba su claridad de conceptos, rotundidad expresiva y frescura comunicativa en una prensa teñida por aquellos años de amarillismo.

Posteriormente, tras conseguir los más altos grados en los estudios del mundo del Derecho en la Universidad de Granada, ejerció como funcionario del Ayuntamiento de la ciudad de La Mota, recorriendo desde los peldaños más bajos hasta ejercer el puesto interino de secretario general, con gran eficacia y disponibilidad. Esta experiencia en el mundo de la administración le permitió adentrarse en el complejo mundo de escritor de libros jurídicos. Si la experiencia es un grado, en Cano Murcia se agiganta. No hay rincón de la jurisdicción urbanística que no haya palpado y desarrollado reflexivamente en sus artículos o libros. Es un vademécum fundamental en este mundo, en el que se especializó y produjo importantes estudios e instrumentos de consulta que transmitió a los profesionales de este género.

Sus obras y artículos fueron editados en el ámbito nacional. Se hicieron eco de sus aportaciones científicas y glosas exitosas en las famosas revistas del mundo jurídico como “Actualidad Administrativa”, el “Consultor” de los ayuntamientos y los juzgados, “Práctica urbanística”, “La ley” o “Actualidad jurídica Aranzadi”. Su certero análisis profundizó en temas variopintos que abarcan desde los temas reglamentarios de importantes leyes hasta el incontrovertido punto de la ruina, pasando por asuntos candentes como el control de los acuerdos municipales, el ruido, el Derecho del silencio, aspectos procesales del Derecho Administrativo y Urbanístico. No puede soslayarse su labor divulgativa y didáctica a la hora de proporcionar recursos y modelos para los profesionales y los usuarios de estos servicios que proliferan en sus primeros artículos. Con este bagaje, sus libros adquirieron una difusión significativa en el mundo de los profesionales del Derecho a través de las editoriales más importantes de este ramo. Si importantes fueron sus primeros pasos en la producción de artículo, sus manuales resultan imprescindibles en el mundo de la complejidad de la Loua, los convenios urbanísticos, tratado sobre suelo no urbanizable, estudios de detalles, proyectos de urbanización, licencia de apertura y de primera ocupación, estudio de detalles, convenio y visados urbanísticos, protección medioambiental, código del ruido y contaminación acústica entre otros. Su base teórica y sus conocimientos prácticos le permiten tratar desde el urbanismo menor o la jurisprudencia de los espectáculos públicos hasta adentrarse en la doctrina del tratamiento urbanismo del Tribunal Constitucional. Y, del mundo jurídico, volvió al mundo del relato ficticio. Y, con su equipaje de numerosas publicaciones, comenzó triunfando con la novela “Papá Erasmus en Madrid”. Un libro que intriga y convierte al lector en un becario más europeo y espera la llegada de una segunda parte tan interesante como esta obra. Con un lenguaje aticista y un estilo muy apropiado para encuadrar a su personaje en un entorno inesperado Cano Murcia se convierte en un autor de prosa literaria con la vuelta al mundo universitario.

Su segunda publicación “Toga rasgada”, sintetiza en la trama los dos ejes de sus experiencias anteriores en el mundo urbanístico con el contenido muy actual de la especulación y la ética. Y como dicen sus críticos: “Jugar con ventaja no siempre garantiza ganar la partida. La ignorancia del contrincante ha de ser bien medida si no se quiere salir derrotado. “Toga rasgada” llevará al lector a descubrir los entresijos de la especulación urbanística, donde la ambición es más fuerte que la ética profesional. El doble juego que en la novela se plantea llegará hasta su desenlace final”.

Cuentan sobre los filósofos epicúreos que se atrevían a publicar los áridos temas de la filosofía. Para ello, los ilustraban con un tarro, untado sus bordes de miel y, su recipiente lleno de medicamento. A través de la poesía didáctica usada como medio de la forma poética se hacía dulce la amarga medicina de sus contenidos de la atraxia, la libertad y hasta los átomos. De la misma manera, le ocurrió en el mundo de la prosa a Antonio Cano, su clarividencia, fino análisis y exposición directa soslayaron los duros vericuetos que siempre encierran las leyes, y, en los últimos años, la forma y la estética del relato licitico apartaron el formulario para acercar al lector al estudiante europeo o el letrado del siglo XXI.