Curas en el siglo XXI

La vocación religiosa vive un ligero repunte en el Seminario Diocesano de la capital, que acoge a trece seminaristas de distintos pueblos de la provincia y cuyas aficiones van desde el deporte hasta las manualidades

19 mar 2017 / 11:24 H.

La gente se piensa que somos bichos raros”, afirma Samuel Valero, uno de los jóvenes que vive en el Seminario Diocesano de Jaén. Son las diez y media de la mañana y es hora del recreo. Permanece sentado en uno de los bancos de esos amplios pasillos. Justo detrás, se abre un gran ventanal que da a un patio central y deja pasar la luz natural. “Hay muchas concepciones y prejuicios, pero somos gente con una vida normal”, insiste. Junto con el joven, de 18 años, que viene de Torreperogil y cursa su primer año, otros doce seminaristas conviven y se forman en este lugar situado en la zona sur de la capital para ocupar una profesión que les marcará de por vida.

El Seminario Diocesano, a escasos metros de la Ronda Sur de la ciudad, ha visto pasar a generaciones enteras de jóvenes aspirantes al sacerdocio. Pero donde antes llegó a haber hasta 200 jóvenes con vocación sacerdotal, hoy apenas quedan 13. Pese a esta disminución drástica, lo cierto es que la cifra se ha mantenido estable, e incluso ha experimentado un leve repunte en los últimos años: “Hace casi tres décadas, cuando yo estudié, estábamos casi setenta seminaristas. Durante estos años ha ido descendiendo, tocó fondo hace una década, momento en el que apenas había ocho jóvenes. Ahora ha remontado y actualmente se mantiene la media en catorce”, explica el rector del Seminario, Juan Francisco Ortiz. El sacerdote añade que ha cambiado el perfil de los seminaristas. “Antes llegaban con 18 años; ahora hay menos de esa edad y han aumentado vocaciones de personas de mayor edad y que provienen del mundo laboral”, apostilla Ortiz. Los datos, aunque esperanzadores para el seminario, muestran con fuerza el proceso de secularización de la sociedad jiennense y, en cuestión de juventud, su desapego a la religión. No en vano, Ortiz destaca que Jaén es una provincia en la que se vive la fe con mayor intensidad que en otras provincias. “De hecho aquí es donde más matrimonios religiosos se producen. Es muy rural y en los pueblos, el sentimiento religioso se mantiene. Además, se nota también la vocación con respecto a otras zonas. Jaén no es de las más pobladas e, incluso, contamos con más seminaristas que Salamanca”, relata Ortiz.

La edad mínima fijada para entrar en el seminario es de 18 años, aunque en pocos ejemplos se produce tan pronto, como es el caso de Antonio José Blanca, de Torredonjimeno. Tiene 38 años y lleva tres años en el seminario. “La vocación me llegó cuando estaba en el mundo laboral. Yo estudié Magisterio y el señor me llamó. Poco a poco va dirigiendo tu vida y fui viendo que esa llamada estaba orientada a la vocación sacerdotal”, comenta Blanca. Mientras camina por los jardines del edificio donde conviven, recuerda la importancia que tuvo el hablar con varios presbíteros, como su párroco de Torredonjimeno, Andrés López.

“Ser sacerdote es una forma de vida”, manifiesta Samuel Valero. De hecho, esta profesión les conllevará una dedicación de 24 horas al día, aunque matiza el joven que la suya es similar a la de cualquier otro jiennense universitario. Una parte de la jornada la dedican a las clases y al estudio y otras a sus aficiones, pero, sobre todo, a la de potenciar la vida en comunidad. Otra parte importante está centrada en la oración. El primer rezo es a las siete —la denominan oración personal— y a continuación los laudes, es un momento muy personal donde cada uno ha de ver cuál es la mejor forma de relacionarse con Dios.

La fase del seminario es un tiempo de discernimiento y de reflexión. Un periodo para ver claramente qué es lo que significa ser sacerdote. En palabras de Antonio José Blanca, es importante sentir la llama, mientras que la estancia sirve para averiguar si la vocación se mantiene y continúa a lo largo de los siete años de formación. “Son años de configuración con el corazón de Jesucristo y en este proceso me encuentro. Puedo decir que disfruto muchísimo de todas las dimensiones de la vida del seminario”, recalca el seminarista tosiriano, mientras está a punto de entrar en clase, junto con sus amigos, seminaristas. Unas amistades que las considera como un regalo de fraternidad. La concentración que encuentra Blanca, también la describe Andrés Aldarias Martos, de Baeza. Tiene 22 años y lleva cinco en el seminario. Los horarios son muy marcados. De lunes a viernes se impone una rutina. Se levantan a las seis y media de la mañana. A las siete tienen oración personal y media hora más tarde llegan los Laudes. Desayunan y comienzan las clases a las nueve menos veinte, hasta las dos menos cuarto. Por la tarde tienen estudio. Y concluyen la jornada con una oración. El fin de semana lo dedican a visitar parroquias, salidas vocacionales o realizar jornadas de convivencia. “Una vez al mes salimos a visitar una parroquia y en el puente de Andalucía hemos ido de viaje a Asturias. En esta vida de comunidad es donde ellos tienen que ir forjando su vocación. Ellos están llamados a crear comunidades en las parroquias y es importante que maduren su vocación en ese clima”, subraya el rector, que tomó posesión del cargo a principios de septiembre del año pasado, después de llevar 26 años ejerciendo su labor de cura por toda la provincia. “Un buen sacerdote debe de ser lo primero de todo, un cristiano muy contento de ser cristiano, que se sienta feliz de serlo. Si uno no siente la fe como una alegría, como algo grande, difícilmente vamos a contagiar a nadie. Malas noticias ya tenemos por todas partes, así que un sacerdote tiene que ser una persona que anuncie buenas noticias y eso se nota en la actitud y en la cara. El Papa nos insiste en que la cara de funeral no vale”, expresa el rector.

La experiencia previa de haber estado en familias cristianas, la escuela, el hábito de acudir a misa o escuchar testimonio de otros sacerdotes influyó en la decisión de la inmensa mayoría de estos jóvenes. “Era un idea que tenía desde que era pequeño, aunque en la adolescencia pasé un poco más del tema. No me planteaba entrar en el Seminario. Fue ya cuando concluí Bachillerato cuando tomé la decisión. Y aquí estoy. Llevo cinco años. Este periodo es muy importante, porque como cualquier otra profesión, un sacerdote necesita formarse en estudios y en oración”, relata Andrés Aldarias.

En el Seminario Diocesano es evidente que sus miembros hacen piña. Organizan salidas, viajes e incluso actividades deportistas, en las que participa el propio rector Juan Francisco Ortiz. Tanto a Aldarias, Valero y Blanca como a la mayoría de sus compañeros, lo que más les gusta las actividades que organizan con motivo de las festividades que realizan. Con este ocio forjan sinergias entre los que algún día serán compañeros de diócesis. Como seminaristas reclaman que la sociedad conozca mejor su realidad cotidiana, antes de prejuzgarlos y piden respeto a la Iglesia, como institución. Ven el futuro con esperanza y confían en aportar su visión del mundo allá donde “Dios les mande”.

Conectados a la Red
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Para estos seminaristas, cuya edad va de los 18 a los 42 años, la tecnología es una herramienta que está muy presente en su vida diaria. Con Facebook, Twitter, Internet y hasta Instagram. Poco tienen que ver con los seminaristas de hace dos décadas. “Me encanta viajar, ver películas y salir con los amigos de fiesta como a todos los jóvenes de mi edad. No somos gente extraña ni nada de eso. La gente nos pone la etiqueta de bichos raros, pero no somos así. Somos jóvenes que hemos dedicido servir a Dios”, explica Samuel Valero, entre risas. Reconoce que siente rabia por los prejuicios infundados que a menudo se escuchan.

Hoy, Día del Seminario

Hoy es el día de la Solemnidad de San José, patrón de los seminaristas. Se trata de una fecha para que los fieles conozcan una parte esencial de la vida de una Iglesia que camina repartida por todo el mundo, en este caso, la Iglesia que peregrina en Jaén. El seminario, dice el obispo en su carta pastoral con motivo de este día del Seminario, es el corazón de la diócesis. En la comunidad del Seminario están los futuros pastores de la Iglesia y es importante reflexionar sobre la urgencia que la tierra tiene de pastores. Como todos los años emprenden una campaña vocacional, que esta edición, lleva como lema “Cerca de Dios y de los hombres”.

Mucha más vocación
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Juan Francisco Ortiz lleva siete meses como rector del Seminario Diocesano. Lo primero que hizo fue conocer una realidad, que fue nueva para él, a los seminaristas, a los compañeros, tratar de acompañarlos, ayudarlos, orientarlos y animarlos. “Soy consciente de que el futuro es simplemente una posibilidad. Por eso trabajamos en fomentar la pastoral vocacional. Tenemos pocas vocaciones y hace falta más. Trabajamos con el obispo en el diseño de un plan diocesano con la idea de dar a todas las dimensiones de la pastoral diocesana un tinte de fe. La vocaciones es que el Señor nos llama y nosotros seamos capaces de escucharlo”, dice el rector.

Un segundo “centro”

La Diócesis de Jaén cuenta con un segundo seminario. Se trata del Seminario Menor. Actualmente hay dos menores internos y otros dos menores en familia. Paralelamente, y desde hace poco más de un año, el antiguo seminario menor de Jaén está a pleno rendimiento. La diócesis ha cedido gratuitamente el uso de estas instalaciones a la Fundación Proyecto Hombre. Durante el último año atendieron a 259 personas. El éxito del programa viene marcado por unas estadísticas cada vez más favorables. Proyecto Hombre es un método terapéutico y educativo que intenta dar respuesta a personas que tienen un problema de adicción.