A solo una hora de los Alpes

La ubetense Aránzazu Torralba Consuegra le debe el trabajo que desempeña y el paraíso en el que vive, en Italia, a su capacidad para enamorarse: ama la hostelería y al italiano que tiró de ella hace ocho años

02 dic 2018 / 11:28 H.

El color de las cosas de Italia no es el mismo que en otros lugares, o eso, al menos, le parecía a Henry James, el autor de “Otra vuelta de tuerca”, una historia de amor y fantasmas cuyos tintes lúgubres, propios del paisaje victoriano, quizá despertaron en el escritor una cromática capacidad de asombro que encontró en la patria de Miguel Ángel su “capital”.

Como James —aunque ciento veinte años después de publicar su obra maestra—, una ubetense nacida de 1984, Aránzazu Torralba Consuegra, reinterpreta la sentencia del novelista y, desde el paraíso natural en el que vive, a más de 1.650 kilómetros de su provincia natal, confiesa: “Hace muchísimo frío y llueve durante semanas seguidas sin parar, no me imaginaba cuánta agua se necesita para que todo sea tan verde”. Esa tonalidad que llamó su atención en cuanto puso el pie en el Piamonte y que relacionaba con el mal tiempo es, a día de hoy, uno de los valores que, si al principio relacionaba con el mal tiempo, se ha convertido en una ventaja: “Aprendí que la lluvia puede ser muy divertida, basta ponerse unas botas de agua e irse a saltar charcos”, celebra.

Su historia es la de una “curranta” que encontró en el contacto directo con el cliente la horma de su zapato, hasta el punto de que los kilómetros jamás le supusieron problema si se trataba de ponerse detrás de una barra: “He trabajado siempre en la hostelería y amo mi trabajo, me encanta conocer gente nueva cada día y que me cuenten sus historias”, asegura, y añade: “Trabajaba en Formentera y allí aprendí un poco de italiano; el siguiente verano, mientras buscaba trabajo en la provincia de Cádiz, encontré a ‘mi italiano’, mi media naranja, en una playa de Conil. Y con ese nombre, Arantxa, que en los labios de un habitante del país de la bota suena a Arancia —traducción italiana de la media fruta en cuestión...—, pues “el sabor del amor” fue una explosión instantánea que, al cabo de dos años, derivó en una proposición trascendental —y no se trataba de contraer matrimonio—: trasladarse a vivir juntos a la tierra de su chico. Dicho y hecho, y lo que, en principio, era para unos meses va ya por ocho añazos en la provincia de Novara, en el lago Maggiore, a una hora de los Alpes: “Abrimos un café en Colazza en 2016 y aquí seguimos”. Está satisfecha, pero no siempre fue así: “Los primeros tiempos fueron muy difíciles para mí, me costó mucho adaptarme”, recuerda, mientras apostilla: “Cada día más contenta de mi decisión e integrada en la comunidad”.

Como Henry James, al que le bastó la niebla británica para amar la luz de Italia, Aránzazu Torralba encontró un motivo que le hizo redescubrir su nuevo destino, que describe con exuberancia: “En 2014 nació mi hijo, Unai, y no fue hasta entonces cuando empecé a apreciar este sitio, rodeado de bosques y lagos y donde mi hijo puede ir en bicicleta por la calle o jugar descalzo en el parque, es un sitio muy tranquilo”, aplaude, y agrega: “Aquí estoy muy bien, me gusta abrir la puerta de casa y estar en el bosque, dar paseos, y sobre todo lo limpio que está todo no porque limpien mucho, sino porque la gente no ensucia, son muy cívicos.

Está claro que esa capacidad suya para enamorarse se ha empleado a fondo donde ahora reside, pero no tanto como para olvidar lo que añora de su patria chica, su provincia, su región y su país: “Echo de menos muchas cosas de mi tierra, sobre todo la alegría de la gente, las tapitas del bar, los precios..., y el jamón, aunque parezca un tópico”, concluye. Menos mal que su madre, que la visita con frecuencia, lo hace muy bien acompañada de eso que tiene tocino y acaba en forma de pezuña.

civismo extremo

La hostelera valora la actitud cívica de los italianos, en general, y más concretamente de los que tiene más cerca: “Si pierdes algo, por ejemplo una bufanda, vuelves sobre tus pasos y seguro la encuentras atada en una farola, bien a la vista para que la encuentres; o la pelota, si la olvidas en el parque, al día siguiente seguro que estará allí, porque lo que no es tuyo no se toca”, reconoce. Tanto es así que, incluso, se permiten dejar la terraza de su establecimiento montada, todas las noches, lo mismo que los días de descaso, y —afirma— jamás les han robado “ni el cenicero”. El compromiso con el lugar de residencia, advierte Torralba, es una constante, y “todos pagan sus tasas, que son muy altas y conllevan muy pocos servicios a cambio”. “Está mal visto percibir la desocupación o cualquier otra ayuda estatal, el mayor piropo es ser ‘un gran trabajador”, concluye. Seguro que a ella se lo han dicho muchas veces.

empatía general

A la vez que recuerda que los primeros momentos en su nuevo destino no fueron nada fáciles, la ubetense pone en valor la forma de ser de sus nuevos vecinos: “Cuando te conocen, no te falta de nada, puedes contar con todos”, afirma. Y aunque ha tenido que acostumbrarse, si tuviera que criticar algún aspecto de la manera de vivir de los italianos son los horarios. Y es que —manifiesta— “a las doce del mediodía se come y a las siete de la tarde se cena”. Eso, para una española acostumbrada a otros usos, debió ser —como ella misma rememora— un problema a la hora de adaptarse. Sin embargo, asentada ya como está en Colazza, con su familia en casa y el trabajo que siempre ha sido su vocación, se siente enamorada —siempre— de sus paisajes y de las posibilidades que le ofrecen unos parajes plenos de naturaleza.

a españa, de visita, pero su vida está donde tiene ha fundado su familia y su negocio
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“Mi hijo va a una buena escuela Montessori y pública, en España eso no me lo podría permitir económicamente”. Es solo uno de los motivos que Torralba esgrime a la hora de vaticinar un futuro más o menos a medio plazo. La ubetense se desplaza a la provincia con la frecuencia que el trabajo y su vida cotidiana se lo permiten, y aunque celebra que, en estos momentos, le resulta más factible gracias a los vuelos directos desde Granada a Milán “muuuy baratitos”, confiesa que no lo hace tanto como le gustaría: “Me gustaría, sobre todo, que mi hijo conociese mejor nuestra tierra y nuestras costumbres, a él le encanta ir, aunque prefiere el ‘risotto’ a la paella”, indica, y añade: “Eso me entristece”. Su pequeño habla perfectamente español y, asegura su madre, se siente de aquí aunque haya nacido en Italia, pero —dice—, ignora aún muchas cosas: “El calor de verdad aquí no saben lo que es, y eso lo echo de menos, el sol que pica, el que se siente en la piel, esa luz que me ciega cada vez que vuelvo a Andalucía”, finaliza.

bajo la nieve
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Asegura que su nuevo destino no es, precisamente, muy cálido, pero ha aprendido a valorar lo que la naturaleza le procura y, para sudar, afirma que nada como “un trineo para sudar”. En la fotografía, que parece una postal, Aránzazu Torralba disfruta de los copos con su hijo en brazos en medio de un paisaje de bosque.

HOSTELERA
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Es su vocación, y la ha convertido, desde hace mucho tiempo, en una profesión que le encanta. Valiente y emprendedora, decidió abrir su propio negocio hostelero en su nuevo destino hace un par de años, al pie de los Alpes, y si se atiende a la expresión de su rostro en la imagen, se la ve feliz tras la barra de su establecimiento.

buenas vistas
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Isole Borromee, en el lago Maggiore, se encuentra a solo tres kilómetros de la residencia de Aránzazu. “Vivo en las colinas del Alto Vergante, en el lago Maggiore, que comparten Italia y Suiza. “La foto está tomada desde l’isola Madre y se ve detrás l’isola Pescatori”, aclara la hostelera ubetense residente en Italia.

entre amigos
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Con su amiga Elena, a la derecha, ambas se fotografiaron durante la última visita que aquella le hizo a la ubetense en su nuevo destino. Concretamente, el escenario de la imagen es el bar de la hostelera, Vulcan Caffè, donde las dos amigas posan con uno de los mojitos que sirve en el establecimiento que atiende.