Ternera, el escritor

18 may 2019 / 11:14 H.

Parece ya lejano, aunque pasó hace un rato. Aquí en el sur de Europa, un grupo armado imponía el relato de la sangre sin ahorrarse toda la parafernalia de una guerra fantasma en la que la sociedad española era el frontón de las lamentaciones. Desde que ETA dejara las armas, hay quienes tienen prisa, por puro interés político, de pasar página con rapidez, por sepultar los años de plomo y la mala conciencia de una complicidad militante o no. Hay quienes eligen solo un episodio, por ejemplo, la lucha contra el franquismo, y ya dejan de leer las “hazañas” de los chicos. No quieren leer más. Fue una primera coartada, luego vinieron otras. Aquel Xabier Arzalluz, que helaba con sus medidas declaraciones, cría malvas, y por más que se empeñen en cincelar panegíricos o epitafios de diseño, hay quienes solo resumimos su filosofía política en una frase: “Unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces”. Por la boca muere el pez, o el besugo, el hecho diferencial y los derechos históricos con los que negociar “per saecula saeculorum”. Democracia asimétrica. Un reparto de papeles funcional que permitía al nacionalismo vasco tener a mano al doctor Jekyll y, por el mismo precio, a mister Hyde. En esta dicotomía, que en psiquiatría es un trastorno de personalidad múltiple de libro, llevan viviendo mucho tiempo los personajes reales y ficticios que desfilaban por la monumental “Patria” de Aramburu.

Esta semana, en Francia, a un viejo conocido de la Guardia Civil, “Josu Ternera”, un alias con el que ha pasado a la historia por ser uno de los últimos líderes de ETA, se le acabó parte del cuento. En esa bipolaridad escogida no sorprende que cuando fue apresado, al bajar de la montaña, fingiera no ser él, no es cuestión de inmolarse por la patria, y prefirió escoger un perfil más presentable ante los agentes: escritor. En concreto, y según adelantaba ayer “El País”, se presentó como Bruno Martín, escritor venezolano. Tiene todo el sentido que cuando se pretende crear una nueva ficción histórica sobre la banda, este negociador que puso voz al fin de ETA, que llegó a ser parlamentario e integrar una comisión sobre derechos humanos, quiera poder adornarse con metáforas, licencias creativas y lustrosas metonimias. Él, sin embargo, tiene un pasado que, aunque no le atormente, le mancha de por vida. En su peculiar currículum está el ser el líder intelectual del antedato de la Casa Cuartel de Zaragoza en el que murieron doce personas, entre ellas tres jiennenses, vecinos de Torredonjimeno: Ángel Alcaraz y las niñas gemelas Esther y Miriam Barrera Alcaraz (la imagen que ilustra estos apuntes corresponde al entierro en Torredonjimeno).

Tras sus toleradas desapariciones y protagonismo mediático, merced a una rocambolesca y, ahora sí, oportuna operación policial tendrá que enfrentarse a una Justicia que tiene sumarios sin cerrar con decenas de víctimas de ETA, en atentados pendientes o no reconocidos. Frente al peligroso olvido, están los testimonios de las víctimas, el de los perseguidos, el de los supervivientes y las palabras que, a veces, cobran todo el sentido: “Operación infancia robada”, así es como la Guardia Civil pone nombre a esta investigación abierta que no prescribe, un capítulo relevante sobre el que no cabe olvido, por más que te llames José Antonio Urruticoechea Bengoechea, alias Josu Ternera. Por más que al nacionalismo le estorben estos asuntos ahora, porque están pensando en el futuro, su futuro.

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