“Orgullo” de Loma del Royo

El barrio celebra el 70 aniversario de su fundación, con el inicio de las obras

29 nov 2016 / 12:30 H.

Maruja Alberto Martín (89 años) repasaba las fotografías que colgaban de la pared de entrada a la sede vecinal de Loma del Royo, se contemplaba a sí misma, cuando el barrio aún estaba en obras, y confesaba: “No puedo ni explicar lo que siento”. El nombre de su padre, José Alberto Domínguez, está en el origen de un barrio que tiene a la primavera de patrona. “Loma del Royo” festejó ayer un hito en su historia, todavía joven. Fue un 28 de noviembre de 1946 cuando, según el cronista oficial de Jaén, el ya fallecido Vicente Oya, el Ayuntamiento aprobó el Plan de Construcción de Viviendas Baratas que, en los próximos años, alumbraría a este barrio. Un distrito “armónico”, dotado de “un urbanismo a la medida de los ciudadanos” —valoró Juan Manuel Arévalo Ba-día—, que “engancha”. Lo afirmaba, momentos antes de que comenzara el acto con el que la asociación de vecinos quiso celebrar que no todos los días se cumplen 70 años, José Pedrosa. Cuenta unos 50 años. Nació, se crió y sigue viviendo y trabajando en “Loma del Royo”, en “la única panadería del barrio que hace el pan por la noche”, la de Hermanos Pedrosa. Y, cuando se le pregunta “por qué”, no se conforma con una sola razón. “Son el sol, las casas, los jardines, las vistas al Castillo, la cercanía con el centro urbano”. El listado podría continuar, pero lo interrumpe “la alegría” de ver a conocidos como Maruja Alberto, que, aunque dejó el barrio hace unos años, ayer se emocionaba al abrazar al niño que le llevaba a casa los bollos que comería.

El 70 aniversario fue un encuentro entre el presente y el pasado, con fotografías y el relato vivo o escrito de los asistentes. “Hemos investigado, hecho averiguaciones y buscado fotos y documentos para que los vecinos conozcan la historia, las calles del barrio, que las reconozcan y que se sientan orgullosos de ser de aquí”, sintetizó el presidente de “Loma del Royo”, Francisco Céspedes, que no podía contener la “satisfacción” que lo embargaba. Y, como a él, al resto de la junta directiva y de los vecinos que asistieron a un acto sencillo, pero emotivo, en el que se recordó con especial cariño la figura de Vicente Oya, y en el que la sonrisa fue el común denominador de las caras de los asistentes. Había motivos. Por los 70 años vividos —que recordará a partir de ahora la placa conmemorativa que se descubrió al comienzo del acto y una revista editada expresamente para ello— y por el camino que queda por andar. Una senda en la que —deseó Céspedes— el objetivo es seguir abriendo el barrio al resto de la ciudad, “conseguir que se solucionen los problemas más graves” y que la alegría irrigue la Loma del Royo, ese lugar por el que sale el sol cada día.