“Mi esposa puso cara de poker y me dijo: nene te vas a poner bien”

Henry Fabián, médico y segundo contagiado en la provincia, sale del hospital

01 abr 2020 / 12:03 H.
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Nació en San Juan de la Maguana, , la su de su país, la República dominicana. Henry Fabián Quiterio estudió Medicina en la Universidad de Santo Domingo y vino a España a especializarse en Medicina Familiar y Comunitaria en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares. Hace poco más de un año llegó a Jaén para trabajar en el centro de salud de Mengíbar. Atiende también a pacientes en Villargordo, donde vive, el epicentro del coronavirus en la provincia. El sábado, 7 de marzo, se levantó realmente mal. Noelia, su mujer, que es enfermera”, tampoco tuvo dudas. En el Hospital San Agustín le ingresaron antes de hacerle la prueba: tenía fiebre y necesitaba oxígeno. “Los síntomas ya eran claros. Tres días antes tenía una sintomatología de catarro, para nada sugería que tuviera el virus; tomé azitromicina (curiosamente ese antibiótico que combinado con la hidroxiclorotina genera buenas expectativas), el jueves estaba bien, pero en la madrugada del sábado empeoré y nos fuimos por la mañana al hospital”, relata con calma.

Se precipitó el ingreso y la confirmación del contagio por coronavirus. ¿Cómo fue el impacto? “Mi esposa y yo entendemos esto. Puso cara de poker y me dijo: no te preocupes nene, te vas a poner bien”, recuerda. Y se escucha su sonrisa en el móvil. El impacto emocional es fuerte. “Tuve sentimiento de culpa, por la familia, por mis tres hijos pequeños que están con nosotros (otros dos mayores viven fuera), por mi pacientes, por la gente con la que pude estar en contacto. Después, tanto mi esposa como los niños dieron negativo”, explica liberado de esa carga. No sabe cómo pudo contagiarse: “Vi a muchos pacientes porque había bastante gripe, o pudo ser en el pueblo (Mengíbar) donde hay mucha gente de paso, no lo sé”.

nombres y lecciones. Al cuarto día de hospitalización, Noelia llamó a la familia. A Aurelio, su padre, repostero y panadero emigrante en el Bronx neoyorquino con su madre, María; a Yissele, una de sus tres hermanas, en Santo domingo; a las otras dos, Lady y Aurelina, vecinas de Huesca, y a sus hijos. “Hablé con mis padres lo puede en las condiciones que estaba, necesité mucho oxígeno —recuerda—, ellos querían venir de Nueva York. Les dije, dónde vais”. Ahora la preocupación es inversa. “Allí están ahora confinados los dos. Ojalá no pasa nada”, desea. Un acontecimiento así no se olvida. Tampoco da lecciones, el virus se las ha proporcionado: “Debemos ser más humanos, no sólo con los pacientes, sino con los demás y no ser nunca indiferentes con el dolor ajeno”.

No lo es con su país, pendiente de cómo vive la pandemia. “Estoy al habla o en contacto con familiares, amigos y con compañero de la Universidad. En mi país están desamparados. La sanidad no tiene medios y la privada es para quien pueda pagarse esa protección”, sentencia. Tampoco olvida agradecer a quien le ayuda y nos ayudan. “El equipo del hospital, y no es porque sea médico, me trató excelente. No se olvide poner la gran labor que están haciendo los agricultores y que en Villargordo, si todos reaccionan bien y se le ayuda, todo va a ir mejor”. Henry debe conocer hoy la prueba para confirmar que el virus ha desaparecido totalmente. ¿Qué le pide el cuerpo? Sonríe otra vez: “Ya sabe como somos los médicos y enfermeras, allí nos sentimos bien”. No hay duda, en el tajo.

Jaén