“Le di al agua caliente sin querer”

El acusado de escaldar a su bebé reitera que se trató de un accidente. La fiscal no lo cree: “Fue totalmente intencionado”

29 jun 2017 / 11:02 H.

Manuel C. M. estaba inquieto. Escuchar desde el banquillo lo que decían de él lo ponía muy nervioso. Hundía la cabeza sobre sus manos esposadas, clavaba la mirada en el suelo y mascullaba palabras inaudibles. Desde luego, no pasó un buen trago. Se le acusa de, literalmente, escaldar a su bebé con agua hirviendo mientras le daba un baño. Una conducta que la Fiscalía califica de “totalmente intencionada” y, por ello, pide 12 años de cárcel para él por un delito de lesiones. Manuel sostiene que lo ocurrido fue un accidente: “Le di al grifo del agua caliente sin querer. No me di cuenta”, sostuvo, una y otra vez durante los más de 50 minutos que duró el interrogatorio.

Este joven vendedor ambulante, de tan solo 25 años, dio su versión sobre lo ocurrido el 14 de agosto de 2012, cuando se encontraba de visita en casa de una hermana. Explicó al tribunal que su hijo Miguel, que entonces tenía 5 meses, vomitó y se manchó. Por eso, decidió lavarlo en la bañera del piso. No había nadie más en la casa, porque sus familiares habían salido a comprar la cena: “Lo metí dentro del agua y estuve jugando con él como cualquier padre. El niño comenzó a llorar y, cuando lo saqué, vi que estaba muy rojo y me asusté. Le tuve que dar al grifo monomando sin querer y que empezara a salir el agua caliente. No me di cuenta, se lo juro... No soy tonto y sé lo que es el agua fría”, aseguró.

Sin embargo, el Ministerio Público no se cree que los hechos fueran fortuitos. La Fiscalía se apoya en los informes de hasta cinco especialistas médicos y forenses que han tratado al niño. ¿En qué se basan? Fundamentalmente, en tres cuestiones. La primera es que el bebé no presentaba quemaduras en los pies, en las manos, en la espalda y en la cabeza: “Esta disposición de las heridas no cuadra con el relato que nos ofreció el padre. No es compatible con que el menor estuviera sumergido en el agua como el acusado nos dijo, porque se hubiera quemado por todo el cuerpo”, explicó uno de estos peritos. El segundo argumento es que el progenitor no tenía ni una sola quemadura: “No puede ser que lo sumergiera en la bañera y no notara que el agua estaba hirviendo”, señaló uno de los cirujanos que ha operado al niño en más de una ocasión a lo largo de los últimos años. Y la tercera es que el progenitor se tuvo que percatar de lo que estaba pasando al escuchar la forma en la que lloraba su bebé: “Sufrió un dolor extremo. Es un llanto totalmente distinto, que cualquier persona puede distinguir”, señaló la pediatra que atendió al niño en Urgencias.

Lo que nadie discute son las gravísimas lesiones que sufrió el pequeño. Con más de 70 por ciento de su cuerpo afectado, pasó varios meses en el hospital y ha tenido que ser sometido a innumerables operaciones quirúrgicas: “Nunca había visto una cosa igual en toda mi trayectoria profesional”, explicó uno de los forenses del IML de Jaén, quien añadió que existió un “evidente riesgo vital” y que las secuelas son “máximas y para toda la vida”.

Con estos informes en la mano, el Ministerio considera que es mucho más compatible que el progenitor vertiera el agua sobre el cuerpo de su hijo desde fuera de la bañera. “Un acto totalmente intencionado”, reiteró la fiscal. Eso explicaría que el bebé solo tuviera quemaduras en aquellas partes en las que cayó el líquido. “Yo no soy adivino. No sé por qué mi hijo no se quemó las manos o la espalda. No lo sé, de verdad”, imploró Manuel M. C. cuando la fiscal le planteó las incongruencias que había en su relato. El tribunal tiene la última palabra.

en prisión por delitos de robo

Manuel C. M. llegó esposado a la Audiencia Provincial. “Estoy cumpliendo condena por otra cosa”, le dijo al tribunal, cuando la Fiscalía le preguntó por su situación. En concreto, fue castigado por un robo con violencia, una pena que le fue suspendida. Posteriormente, cometió un delito de hurto, según el mismo aclaró. Su abogado aseguró que está en tercer grado penitenciario y que no tiene más antecedentes.

La forense que sí creyó al acusado

Inicialmente, el caso fue archivado porque la forense que vio al niño poco después de los hechos consideró que la versión ofrecida por el padre era “compatible”. “Yo no tengo la verdad. Quizás no sea el único (modo) compatible, pero creo que ese es compatible”, reiteró esta perito, en contra del criterio de los demás compañeros. La causa se reabrió a raíz de que un cirujano pidió una revisión del expediente en diciembre de 2012.

El niño y uno de sus hermanos están dados en adopción a otra familia

Manuel C. M. y su esposa, que se cree a pies juntillas la hipótesis del accidente, tienen tres hijos, de 5, 4 y 3 años respectivamente. El mayor, Miguel, fue el que sufrió las gravísimas lesiones por escaldadura. Casi de forma inmediata, la Junta le retiró su custodia a la familia de forma provisional. La medida duró tan solo un mes. Sin embargo, el 15 de mayo de 2013, el bebé volvió al Maternal. Llegó inconsciente, debido a la ingesta de sustancias tóxicas, en concreto, un medicamento tranquilizante. Debió ser sometido a un lavado de estómago para contrarrestar los efectos de la droga. El padre dijo ayer, en el juicio, que le daba esa medicina para el dolor de las quemaduras y que le proporcionó una dosis más alta de la cuenta sin querer. Este segundo accidente provocó que la Junta de Andalucía le retirara de nuevo la tutela. También “arrastraron” del hermano mediano, tal y como explicó la progenitora en el juicio: “Mis hijos tienen que estar conmigo, porque soy su madre. Lo que le pasó a Miguel fue una cosa totalmente accidental y a su hermano no le ha ocurrido nada”, aseguró la progenitora. De hecho, la familia tiene interpuesta una demanda contra la Junta por haber dado en adopción a los dos niños. Actualmente, se está dirimiendo en los tribunales, tal y como explicó el abogado de la defensa.

Buena parte del interrogatorio a los padres se centró en los antecedentes sociales y en el historial familiar. La pareja se casó cuando ambos tenían menos de 20 años y se marcharon a vivir a Barcelona, la ciudad natal de ella. Allí nació Miguel en febrero de 2012. Desde el principio, el niño estuvo bajo seguimiento de las autoridades catalanas, ya que tuvo que ir varias veces al hospital en sus primeras semanas de vida. En sus informes, describían a la pareja como “padres jóvenes, inmaduros y con riesgo”. “Mi cliente puede ser un burro, pero lo que le ocurrió con su hijo fue una absoluta desgracia que le perseguirá toda la vida”, concluyó el letrado de Manuel en su informe final.