La Cueva del Toril de Otíñar fue santuario hace 4.500 años

Un grupo de arqueólogos descubre en los petroglifos un calendario solar

13 dic 2016 / 12:03 H.

Piensen en una comunidad de hombres y mujeres, niños y ancianos, habitando un valle. Estamos en plena Edad del Cobre y este es un poblado minero, dedicado a la explotación de las vetas de silex que abundan en la zona. Una muralla, de unos 200 metros de longitud, circunda la aldea; la protege. Frente a ella, extramuros, pero sin salir del Collado de los Bastianes (nombre con el que se conoce este lugar), hay una necrópolis dolménica. Y, “para cerrar el círculo”, mostrando a una sociedad “organizada y compleja”, un grupo de arqueólogos ha “probado” que, hace 4.500 años, la llamada Cueva del Toril fue un santuario asociado al sol y al agua. “No hay algo así descrito en España. Y, si lo hay, son más modestos y tampoco tan antiguos”, señala, conteniendo la emoción, Juan Carlos Roldán, responsable de Gestión en el Servicio de Gestión Académica de la Universidad de Jaén (UJA) y presidente de la Plataforma Ciudadana “Por Otíñar y su entorno”. El hallazgo, “sobrecogedor”, es el resultado de tres años de estudios, mediciones y recogida de muestras por parte de un equipo de arqueológicos “bastante amplio” que partió de una hipótesis que, ahora, acaba de ver validada.

La Cueva del Toril es un abrigo natural “gigantesco”, de 67 metros de apertura y 12 de profundidad, con una sorprendente treintena de petroglifos en forma de círculos concéntricos, grabados en la roca. Hace décadas que se conoce su existencia. Y, de hecho, tanto las representaciones, como la técnica que se utilizó están consideradas excepcionales en el contexto de la Alta Andalucía. Apenas existen equivalentes a él, salvo casos aislados, como el de la Cueva del Encajero, de Quesada.

Pero, si bien es cierto que se conocían y que las últimas investigaciones ya apuntaban a lo que se ha confirmado ahora, su interpretación era un misterio. “Aquello está sobre el cauce de un antiguo río y, hace tres años, la sorpresa fue comprobar que la puesta de sol coincidía en un petroglifo”, explica el presidente de “Por Otíñar y su entorno”. A partir de ese momento —cuenta—, arqueólogos, como Narciso Zafra, Francisco Gómez, Manuel Serrano y el arqueoastrónomo César Esteban, entre otros expertos, han visitado la Cueva del Toril en cada estación del año; primaveras, otoños, veranos e inviernos; en solsticios y equinoccios. El objetivo que los guiaba era estudiar el comportamiento de las sombras del sol sobre las marcas y si respondía a algún patrón. Y han confirmado su hipótesis. Los petroglifos actúan como un calendario solar y —“mordiéndose los dedos” para no destripar la mesa redonda que, mañana, acogerá la Sala Pascual Rivas, de la antigua Escuela de Magisterio, Roldán continúa—: “Se piensa que [la Cueva del Toril] pudo ser un santuario asociado a los elementos básicos del agua y del sol”.

“Los arqueólogos no quieren que lo diga, pero creo que esto traerá cola”, pronostica el presidente de la plataforma ciudadana y activista, defensor del patrimonio local. Una muestra de la expectación que se ha levantado es que ya apenas quedan plazas en los dos autobuses que la Universidad de Jaén fletará a la Cueva del Toril el miércoles, día 21, coincidiendo con el solsticio de invierno, para que la población asista a este acontecimiento.

“Tuvimos dudas sobre si darle difusión o no”, confiesa Roldán. De sobra es conocido el expolio recurrente que se ha cebado sobre estos conjuntos rupestre y las agresiones que ha sufrido, pese a que, desde el año 1985, son Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Monumento. “Pero, al final, pensamos que debíamos darlo a conocer”. Arriesgarse para darle una oportunidad, tanto desde el punto de vista de la conservación como de la investigación, que no ha acabado. “Lo deseable sería que esto sirviera de acicate para promover una excavación y una restauración”, desea el presidente de “Por Otíñar y su entorno”. “Esta fue la primera zona patrimonial calificada como tal en Andalucía, y lo que hace falta es la herramienta de gestión que lo proteja, como parque cultural. Supongo que esto ayudará o motivará a que se haga realidad”, espera Roldán, que no obvia el potencial turístico que ello supondría.

Una mesa redonda y una visita al lugar para dar difusión al hallazgo

Es un hallazgo “sobrecogedor”. Un descubrimiento que puede marcar un antes y un después. Y, sacudiéndose todos los miedos, confiados en que, a partir de ahora, conocedora del valor que tiene el valle de Otíñar, a la Administración no debería quedarle más remedio que protegerlo, alentar investigaciones y difundirlo, como, por ejemplo, está haciendo en Cástulo (Linares), la Universidad de Jaén, la Plataforma Ciudadana “Por Otíñar y su entorno” y la asociación “Iniciativas, andamios por las ideas” han organizado una mesa redonda, para el día de mañana, y una visita a la Cueva del Toril, el próximo día 21, coincidiendo con el solsticio de invierno. La primera actividad tendrá lugar a las ocho de la tarde, en la Sala Pascual Rivas de la antigua Escuela de Magisterio. “El solsticio de invierno y los petroglifos de la Cueva del Toril” es el título de la mesa redonda en la que participarán el arqueoastrónomo César Esteban y los arqueólogos Narciso Zafra y Francisco Gómez. Moderará la presidenta de “Iniciativas”, Marina Heredia. La entrada será libre hasta completar aforo.

En cuanto a la visita del miércoles, estará conducida por el también arqueólogo Manuel Serrano y, en este caso, puesto que las plazas están limitadas a 95 es necesaria la inscripción previa, a través de la web de la Universidad de Jaén. La iniciativa, que se enmarca en la convocatoria 2016/2017 de proyectos culturales de la Universidad de Jaén, cuenta con el patrocinio de la Diputación Provincial de Jaén.