Irá a prisión por someter a tocamientos a su hija de 9 años

Dos años y un día de cárcel. Ese es el castigo impuesto a Gabriel V. A., el vecino de la capital que, el pasado martes, se sentó en el banquillo de los acusados por abusar sexualmente de una de sus hijas. La condena conlleva que el hombre tendrá que ingresar en prisión, si es que no lo remedia el recurso que, muy probablemente, su abogado presentará en la Audiencia Provincial. En principio, la Fiscalía solicitaba una condena de tres años de prisión.

30 jun 2015 / 09:51 H.

 

La sentencia de l Juzgado de lo Penal 4, que comenzó a notificarse ayer a las partes, establece como hechos probados que el acusado cometió actos contra la libertad sexual de su hija entre mediados del año 2008 y principios del año 2009. En concreto, relata que la sometió a tocamientos en sus genitales en contra de su voluntad y siempre por encima de la ropa interior. Unos abusos que se produjeron en el domicilio familiar, ubicado en un barrio a las afueras de la capital, cuando el padre se quedaba a solas con la niña.
En el juicio, que se celebró a puerta cerrada, el hombre negó todos los cargos y se declaró inocente. Alegó lo que ya había repetido durante toda la instrucción de la causa, es decir, que las acusaciones se debieron a una venganza de su exmujer. Explicó que su esposa presentó la denuncia contra él como represalia después de un divorcio “complicado”. De hecho, fue la madre de la menor la que acudió al Juzgado en pleno proceso de separación, tres años después de que ocurrieran los hechos. En un primer momento, la niña relató que había sufrido los tocamientos. Sin embargo, en el juicio, la adolescente, que hoy tiene 16 años, se acogió a su derecho a no declarar contra su padre.
Sin la principal prueba de cargo, la Fiscalía decidió mantener las acusaciones contra Gabriel V. A. Una postura que ha convencido al juez Emilio García-Rueda. El magistrado se apoya para sostener la condena de dos años y un día de cárcel en las declaraciones de la progenitora y de una de las hermanas de la víctima. También recuerda el testimonio del educador que trataba a la niña en el centro de menores en el que estaba interna y al que le contó “de forma espontánea” que sufría abusos por parte de su padre. Y, por último, también da validez al informe de los psicólogos, que certificaron que el testimonio inicial de la menor era “creíble”. La sentencia puede recurrirse ante la Audiencia.