Menudeo de droga: El “mal” enquistado en Puerta de Martos

En el Sur de la capital, allí donde termina la Avenida del Ejército Español y comienza el brazo vial que conduce a Córdoba, en el barrio que corre paralelo a la calle que lleva el nombre del cantaor torrecampeño Juanito Valderrama, los vecinos de Puerta de Martos enmudecen cuando se menciona la palabra droga. Por un lado, por miedo. “Aquí, no puedes ni mirar a la cara de los que manejan el ‘asunto’, porque se te encaran, te buscan la boca y te puedes encontrar con un lío y gordo”, cuenta un vecino que no quiere dar su nombre por temor a posibles represalias. Los problemas de convivencia y el menudeo de sustancias estupefacientes están constatados. Como en La Merced, son “males endémicos” que conocen bien las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Están fichados. “Pero no hay forma de atajarlos”, se quejan los vecinos de la zona. Por eso, cuando surge la palabra droga no solo callan de miedo. También por hastío.

    21 ago 2014 / 09:24 H.


    De la última vez que denunciaron la situación de inseguridad y de hostilidades que atenaza al barrio no hace más de seis meses. Fue en una reunión con el concejal de Seguridad Ciudadana, Tráfico y Transportes, Juan Carlos Ruiz. Le pidieron más vigilancia. “La Policía de barrio subió un par de veces después de aquello. No ha habido más”, lamenta un vecino, que explica: “No hay forma de acabar con estos problemas, porque no te escuchan. Es como si hablaras con la pared”. Y añade: “Es una lástima que todo un barrio esté coaccionado por un mismo grupo conflictivo”.

    Pero este no es el único problema de Puerta de Martos. La inseguridad por la velocidad a la que circulan los vehículos en la calle que desemboca en Juanito Valderrama es otra fuente de preocupaciones. Para solucionar este problema, al menos, han pedido en varias ocasiones al Ayuntamiento que instale bandas sonoras en esta calle. “Nos dijeron que no había dinero”, dicen, mientras critican que sí lo haya habido para barrios como El Bulevar o para la Avenida Ruiz Jiménez, y concluyen: “Nos sentimos marginados”.