En la jubilación de Miguel Ortega... Artículo de despedida

Un árbol y cuatro letras

30 dic 2023 / 17:40 H.
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Unas por fas y otros por nefas no olvidarán fácilmente este año 2023: a quien le ha nacido un hijo; el que consigue trabajo por primera vez o el que lo ha perdido; aquellos que han sanado de una enfermedad; los que lloran a un ser querido; quienes se han casado o quienes han roto la baraja; el que vive solo o los afortunados que lo hacen en buena compañía; también quienes, con bendición orgánica, estrenan cargo político y esos otros, ya sin agua bendita, cesados por considerados motivos personales. Un servidor tampoco va a olvidar este año. Ceso hoy como periodista de Diario JAÉN, por jubilación, aunque nunca querré dejar de serlo, porque este oficio imprime ese sello indeleble, cuando la galaxia Gutenberg te bautiza con tus primeras letras impresas. Las mías, escritas con una Olivetti en el papel pautado de aquella Redacción que nada tiene que ver con la de hoy, salvo el poso de cientos de voces de periodistas que han aquilatado la historia de este periódico. Así que mi vida profesional se resume en un árbol, recio, que tiene cuatro letras, JAÉN, o lo que es lo mismo, Jaén.

He aprendido de este oficio, básicamente, que nuestro único patrimonio es la firma; que la lealtad son dos rúbricas estampadas en un contrato impreso y en otro intangible, complejo, suscrito con aquellos sobre los que escribes y con esa mayoría a la que cuentas historias; también, que esta no será la mejor profesión del mundo, pero sí la más apasionante y emocionante. Si algo se muere en el alma cuando un amigo se va, que es cierto, no menos lo es la paz que se apodera de ella cuando te marchas satisfecho del desempeño de tu trabajo porque le has dado hasta el último gramo de tu capacidad. Este oficio no admite, o no debería hacerlo, medias tintas, pocas ganas u horarios reglamentados, pese a quien pese. La tormenta fatal puede caer de madrugada, la campanada política sonar a la hora del almuerzo o el Gordo de Navidad salir en el primer número extraído del bombo. Es un trabajo de trinchera y cuando no silba una bomba te regalan una ráfaga de ametralladora. Hasta en tiempos de paz y concordia hay mucho que hacer.

Una jefa o un jefe no es un enemigo, necesariamente. Cae sobre sus hombros el peso de la última responsabilidad, por acción o por omisión. Lo que haya que discutir, pelear o confrontar, hágase en el despacho. Una vez se sale de él hay que actuar conforme a lo acordado o sobre lo decidido. Un periódico no es, precisamente, una plataforma autogestionaria. Decía un hombre sabio de Jaén, Esteban Ramírez, que si aún así no estás de acuerdo, hay una digna salida: pedir la cuenta y marcharte con el petate a cuestas. Lo difícil es entrar; afortunadamente, salir sí está en nuestra mano, repetía a quien quisiera escucharle. Me arrimé a un buen árbol y procuré, acorde con mis posibilidades y en comandita, que siguiera creciendo. Y fui aprendiendo el oficio, hasta ayer mismo, en torno a esas cuatro letras: la jota, la a, la e con acento y la ene. Mi orgullo legítimo es ser andaluz de Jaén, natural de Torredonjimeno, hijo de Manuel y Juliana; marido de Luisa, padre de Miguel y de Antonio, hermano de Manuela y Francisca. La familia, como la casa para Ikea, es nuestra república independiente. Añadan el archipiélago de los amigos y el mapa vital quedará completo. Permítanme una reivindicación, la de la política. Sin ella no iríamos a ninguna parte. Hagamos causa con la mayoría decente de políticos frente a quienes la ensucian.

Tuve el privilegio de volver a este periódico tras una larga etapa de trabajo con otra editora. No sería justo si no recordara a quienes compartieron tarea conmigo en el extinto diario Odiel Información (DEP) de Huelva y en la Cadena Ser. Agradezco a mis compañeros y compañeras de Diario JAÉN su bendita comprensión y paciencia con el viejo de la Redacción. No me cansaré de hacer lo mismo con quienes me guiaron en los primeros pasos: Antonio Avendaño, Francis Romacho y José Luis Moreno Codina. Emplazo a Manuela Rosa a sostener el liderazgo que le corresponde por su valentía y determinación: periodista de buen pulso, mujer sin desmayo en la trinchera. Y a Ana Gómez a abrir un nuevo tiempo que procure con su entusiasmo más recursos para alimentar las calderas del periódico en una coyuntura donde su combustible fósil es tan escaso. Animo a la Editora que lidera Eleuterio Muñoz a que siga batiéndose el cobre en tiempos tan ágrafos y tan poco generosos. A Juan Espejo, mi director, a que mantenga firme el rumbo y recuerde aquel pacto de amistad que grabamos a fuego en los años ochenta mientras veíamos entrar en meta como un obús a José Rolando Obando en la Ruta del Olivo, que ganó al sprint en mi pueblo, mientras presionaba con un dedo una aleta de su nariz y disparaba munición gruesa con la otra. Así se escribían aquellas crónicas.

Jaén