El camino hacia la mejor miel

Unas veinticinco personas participan en una excursión a colmenares de Otíñar, organizada por Tierras Vivas

16 jun 2017 / 11:44 H.

No es lo mismo una miel, fruto de mezclas o que tenga añadidos de glucosa que el fruto de una colmena ecológica y tampoco es igual ser testigo de cómo este producto se fabrica industrialmente, que disfrutar de una jornada de campo, en familia, en la que dos apicultores respetuosos con el entorno hacen partícipe a su público del valor de lo que hacen. Con este espíritu, Tierras Vivas, puso en marcha una actividad, a la que se sumaron 25 personas, en la Hacienda Santa Cristina, en Otíñar.

La responsable de la iniciativa, Lorenza Olivares Bremond, explica que el objetivo fue crear mayor conciencia sobre la importancia de preservar la salud de las poblaciones de abejas y, en sus palabras, “divulgar un poco más la impagable labor que realizan por nosotros estos insectos maravillosos”. “Con la excusa de disfrutar de un día en plena naturaleza con los niños, que se lo pasan muy bien, el mensaje también cala en sus padres. Hay una parte muy divertida en hacerse pasar por apicultores y otra divulgativa”, reflexiona. Y es que, por ejemplo, durante la visita al colmenar, los asistentes fueron testigos, en primera persona, de las complicaciones que el aumento de las temperaturas causa a las abejas o las condiciones especiales que requiere una producción respetuosa con el entorno, que está muy condicionada por las condiciones metereológicas. Los dos expertos en la materia que protagonizaron esta lección práctica, muy participativa, fueron Alicia Rodríguez y Arturo Sánchez, al frente de una pequeña empresa, que trabaja con Tierras Vivas, con unas trescientas colmenas repartidas por las sierras jiennenses, Mágina y la Sierra Sur.

Para producir un solo kilo de miel, como se explicó a los participantes en la jornada, una abeja realiza más de 200.000 vuelos desde su colmena y son capaces de alejarse hasta 4 kilómetros de ella para encontrar las mejores flores. En torno a su reina, estos himenópteros organizan descomunales colonias de hasta 70.000 individuos en las que todo funciona como un reloj. En estas pequeñas ciudades hay zánganos, encargados de fecundar a las nuevas reinas; las obreras, recolectoras incansables, centinelas y cuidadoras. Además, tienen su propia lengua. Si desaparecen las abejas, advierten los ecologistas, por efecto de los pesticidas, la sequía y la falta de alimento, se perderían un tercio de los cultivos y hasta el 90% de la fauna silvestre de todo el planeta.