Curro Díaz abre la puerta del triunfo

Roca Rey y Alejandro Talavante se estrellan con lotes casi imposibles de un encierro que contó con tres hierros distintos

15 oct 2017 / 11:22 H.

Curro Díaz abrió la puerta del triunfo de La Alameda. La cruzó arropado por los niños y jóvenes de la Escuela Taurina de Jaén entre una gran ovación del público, que estuvo con él toda la tarde. Se montó en la furgoneta, llegó al hotel y cogió el teléfono móvil para escribir en la red social Twitter: “Disfrutando en mi tierra. Orgullos de salir así del Coso de La Alameda. Gracias Jaén. Mañana (por hoy) nos volvemos a encontrar”. Cuando salió el primer toro, a Curro se le veía que el toreo le rebosaba por la montera. El burraco de Luis Algarra tenía buen son y hechuras. Se movía con gracia, por lo que el diestro no dudó en asentar la planta y encajarse con el animal a la verónica. Quería que lo dejaran “a su aire”, que no le apretaran demasiado, porque le veía opciones con la muleta. Tomó la franela e inicio un trasteo elegantísimo. Curro Díaz torea hasta con el flequillo. Dejaba al de Luis Algarra que pasara a media altura para afianzarlo y consolidarlo, pero bajándole la velocidad, es decir, templándolo para componer bellas series. Dio una de derechazos bella antes de iniciar la segunda en redondo en la que sí le apretó al animal. Y, tal y como esperaba, aguantó en los medios. Humilló tras la muleta en unos pases en los que los olés retumban en los tendidos.

Al toro le costó un poco más al natural, pero Curro Díaz anduvo rápido de mente. Sabía que de uno en uno la faena le bajaba la intensidad, por lo que se echó la muleta al la derecha e interpretó varios molinetes para que la faena cogiera bueno. Mató antes de unos torerísimos remates por bajo —aún se recuerda una trincherilla—. Se le pidieron las dos orejas, pero solo se le concedió una. La colocación de la espada, tal vez, se llevó la otra. Aunque, pese a esto, fue lo mejor de la tarde. De oreja y media, como mínimo.

El cuarto fue otra cosa. Con el capote le embistió muy por dentro. Venía casi en línea recta con un aire que denotaba que no era todo lo franco que se esperaba. Curro Díaz comenzó la faena de muleta apretándole en redondo, pero sacándole la muleta por arriba al final del muletazo porque el animal no se entregaba humillando en el muletazo. Esto hacía que la faena no tomara vuelo. En cambio, el diestro insistió y se pegó un arrimón tremendo. El animal, pese a sus dificultades, tenía la virtud de que obedecía a los toques, por lo que, al final, la voluntad del diestro tuvo el premio de dos buenas arrancadas que se transformaron en series de derechazos. Pinchó y mató. El público, que se acordaba de la oreja que no se llevó en el primero, pidió el trofeo con insistencia para que pudiera abrir la puerta del triunfo.

Dos Lotes Imposibles. A Talavante le molestaba hasta la música en el primero. De hecho, pidió a la banda que dejara de tocar porque el astado de Las Ramblas lo tenía endemoniado. Empezó a pies juntos, pero el morlaco se movía siempre orientado. Era de esos que meten a un torero en la enfermería así sin que el público se percate. Lo avisó dos veces por el pitón derecho. Y Talavante abrevió. Al quinto —de Daniel Ruiz— lo recibió con un farol antes de torearlo a la verónica. El morlaco “cantó la gallina” en el caballo y anduvo corriendo de un picador a otro cada vez que sentía el hierro. Sin embargo, Alejandro Talavante se enrabietó con el animal e hizo un alarde de seguridad con un trasteo con las rodillas flexionadas antes de torear en redondo con la vista puesta en el tendido. El diestro tiró de creatividad con series en redondo siempre “decoradas” con algún pase diferente que llegaba casi por sorpresa antes del de pecho. En cambio, la condición del toro —manso, que se enrazó hasta que se vio podido en la muleta— impidió algo más. Erró con la espada y se fue de la plaza con un enfado mayúsculo. No fue su tarde.

Tampoco tuvo fortuna Roca Rey. Recibió al primer toro —de Daniel Ruiz— con los codos muy pegados a su cintura para que el animal le pasara más cerca. Verónicas, chicuelinas, gaoneras y saltilleras demostraron su variedad y gran manejo del capote, que quedó latente en un impresionante quite. En cambio, cuando inició la faena, le bajó la mano al de Daniel Ruiz para poderle y, luego, torearlo. En cambio, el animal se rajó y se vino abajo. No valió ni para el arrimón porque no tenía emoción. Al sexto le quedaban un par de meses para los seis años y desarrolló vicios de la edad. Fue parado, reservón y sin entrega, por lo que Roca Rey nada pudo hacer.

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