Condenadas solo por el género

La brecha salarial entre hombres y mujeres en la provincia ronda el 20%

08 mar 2017 / 12:02 H.

En una provincia en la que el paro rondó el 32% de media en 2016, Andrea Ramírez debería de sentirse afortunada. Tiene empleo. A finales de año, la contrataron como limpiadora. Pero sus condiciones laborales difícilmente le permiten sobrevivir. Su contrato laboral, de fin de obra, se limita a una hora al día. Por ser mayor de 45 años, la empresa que la tiene contratada se beneficia de una bonificación del Estado de 1.300 euros anuales, pero Andrea no llega a los 150 euros mensuales y, por estar dada de alta en la Seguridad Social, tampoco tiene derecho a subsidio alguno. Y pregunta, retóricamente: “Con una hora y 140 euros, ¿puedo vivir yo?”. “Lo único” que necesita —dice— es trabajar. Tener un empleo digno, pero ni siquiera se atreve a dar su nombre real por miedo a perder el poco trabajo que hay en una provincia en la que “no hay nada y, menos, si tienes más de 45 años”.

La tasa de desempleo femenino en Jaén raya el 38%, según UGT. “Hay unas 47.800 mujeres en paro. Y de ellas, aproximadamente, un 20-25% son inactivas: a pesar de buscarlo, no han podido conseguir ningún empleo y no tienen derecho a cobrar subsidio alguno”, explica la secretaria de Mujer en el sindicato, Inés Casado. Y las que lo tienen se enfrentan, como en el resto del país, a contratos temporales, discontinuidad en la ocupación y dificultades para reincorporarse al puesto de trabajo tras una baja como consecuencia de los “mayores obstáculos” en el acceso a un empleo y a la vigencia de estereotipos y prejuicios de género que frenan su contratación por el empresariado, como denuncia CC OO en el último número de la revista “Trabajadora”. El resultado es una brecha salarial entre hombres y mujeres que, en el caso de la provincia, fluctúa entre el 18%, según CC OO, y el 24%, según UGT. La mecanización del campo y los prejuicios de los empresarios —como recrimina Casado— ha relegado a las mujeres. Y, a pesar de que la Ley de Dependencia afloró el trabajo “invisible”, como cuidadoras, que la cultura del patriarcado ha hecho recaer siempre sobre el género femenino, la pobreza ha seguido teniendo rostro de mujer.

De acuerdo con la socióloga Mari Ángeles Durán, el trabajo “invisible” que se realiza en el seno del hogar representa el 53% del PIB nacional. “Son miles de horas de trabajo no remunerado”, subrayó, en una rueda de prensa, la edil de JeC, María Dolores Nieto. Pero advirtió: “Cuando se visibiliza y se paga es precario y las mujeres se convierten en trabajadoras pobres”.

Paqui López, responsable de Mujer en CC OO, cifra entre los 600 y los 1.100 euros de media el salario mensual de las féminas jiennenses, “a no ser que” trabajen para la Administración. Y reflexiona: “Con esas condiciones no se puede tener una vida independiente y autónoma”. Frente a lo que asegura el dicho, el dinero sí contribuye a la felicidad y su ausencia también condena. “Cualquier mujer que soporte malos tratos, te dice: ‘¿Dónde voy, si no tengo con qué?”, expone López. Se lo preguntan, fundamentalmente, mujeres de una cierta edad que han dedicado su vida a la crianza de los hijos y al hogar. Y, aunque no es el único factor, suma en una violencia que, en lo que va de año, ya se ha cobrado 16 vidas. Tener estudios superiores tampoco garantiza alcanzar la equidad. El porcentaje de mujeres que estudia en las universidades es superior al de los hombres y su rendimiento académico es mejor. “Pero, en el mercado laboral, se las emplea menos y sus contratos son parciales”, lamenta la coordinadora del Seminario Mujer, Ciencia y Sociedad de la UJA. Tole García denuncia dos tipos de segregación. Una es vertical. Influye en los salarios y deriva en el llamado efecto tijera: en la cumbre de la pirámide, los hombres copan los cargos de responsabilidad. Las mujeres catedráticas en la UJA apenas llegan al 13%. Y otra es horizontal: las titulaciones sanitarias y educativas están estereotipadas como femeninas y las ingenierías, que cuentan con mejor remuneración económica y más oferta laboral, son “masculinas”. Y todo por el “modelo de socialización diferencial” entre hombres y mujeres que retroalimentan los poderes, las familia, el sistema educativo y los medios de comunicación de masas.