La ciencia ficción superada

22 mar 2020 / 12:11 H.

Cuando has visualizado mucha ciencia ficción, por las propias películas de Hollywood, las cuales te sitúan en un panorama desolador o en un escenario apocalíptico, donde la humanidad ha llegado a enfrentarse casi a su extinción, así como la famosa serie de AMC, “The Walking Dead”, en la cual un grupo de personas intentan sobrevivir a una pandemia zombie, donde Rick Grimes, un policía que hace todo lo posible por mantener con vida a un grupo de refugiados y a su propia familia, es cuando te haces consciente, que a veces, la realidad sí que puede superar a la ficción y da miedo.

Esta introducción da paso para contar lo que pude vivir en mi primer día de cuarentena y en el que poder hacer la compra se convirtió en una batalla por sobrevivir al más puro estilo “hollywoodiense”. Momentos antes de salir de casa, en plan comando, mi señora esposa ideó un plan, de tal forma, cada uno tuviéramos como misión ir rápidamente a por lo indispensable, todo detallado, cada uno con una lista de lo que tenía que coger y una ruta preestablecida. Con rigor antes de salir me indicaba que teníamos que coger primero y a continuación, para ser más efectivos en la consecución de nuestro objetivo, conseguir víveres. Lo teníamos claro, en la nevera solo teníamos lo justo y la despensa tampoco es que tuviera un escenario mejor, ya que días antes, no pudimos ir a por provisiones.

Sin esperármelo, esa persona anciana de mi lado, quien en una mano portaba un bastón y en la otra el carrito de la compra, sin que apenas pudiera dar tres pasos seguidos y que anteriormente nos habíamos saludado, deseándonos un buen día con todo el afecto del mundo, fue escuchar el sonido de apertura de la persiana del establecimiento y como si de un gato montés se tratara, se colocó en los primeros puestos. Ahí comenzó mi miedo, en ese instante me di cuenta de que la misión se podría complicar, ya que ese instinto de supervivencia, podría haber creado al “super abuelito”, con todo el cariño del mundo. Pero la cosa era seria, a tal punto de que la gente empezó a correr hacia el interior de la tienda y, entonces, me vi en medio de esa maratón improvisada, de gente y carros de la compra, en la que perdí de vista a mi mujer por un momento, ya que allí solo se vislumbraba gente correr.

Siguiendo mi ruta y con el cesto ya casi a rebosar, veía a lo lejos el sitio al que me dirigía, estaba repleto de gente. Personas llevándose pechugas de pollo, piezas enteras, chorizos a mansalva. En esa situación mi agilidad salió y pude llegar hasta el estante para poder coger lo que buscaba. Después de todo nos encontramos mi mujer y yo miramos el cesto de cada uno y celebramos que lográramos lo que pretendíamos resoplando al unísono.

Finalmente, en casa, después de organizar la nevera y la despensa, me senté en el sillón y pude darme cuenta de que las cosas se estaban poniendo feas, sin entrar en alarmismos, pero teníamos que hacernos a la idea de que cuanto menos saliéramos de casa sería lo mejor. Las autoridades sanitarias ya nos están avisando con el famoso hashtag #QuédateEnCasa. Ya sabes, quédate.

Ese primer fin de semana fue distinto, raro, pero a la vez gratificante. Quedarse en casa al final ayudó para hacer otras cosas de las cuales normalmente no te pararías a hacer, incluso dedicarle tiempo a otras que dabas por olvidadas. Lo más emocionante llegó esa noche del sábado, cuando todos salimos a nuestros balcones y ventanas, todos juntos, aplaudiendo, gritando y silbando para dar esa fuerza a todos los que velan por nosotros, que luchan por culpa de este covid-19 que nos tiene en estado de cuarentena.

Mis labores dentro de Diario JAÉN son las de diseño y edición gráfica, y tenía que estar presente, tocaba estar al pie del cañón en la redacción, con todas las medidas de seguridad. A otros compañeros, en cambio, les tocó teletrabajar, y juntos, en continuo contacto vía e-mail o WhatsApp fuimos creando la edición de cada jornada.

Estos días ando por casa por las mañanas, ya que entro por la tarde a trabajar. Intento llevar mi rutina diaria y, ya que los gimnasios están cerrados, pues toca hacer algo de deporte en casa y así despejar la mente. Mi mujer, en cambio, como psicóloga, trabaja desde casa, se organiza como si fuera a su lugar de trabajo habitual, mientras que de vez en cuando me acerco para ver si necesita algo.

En este nuevo fin de semana, tendremos tiempo para disfrutar de Netflix, unas buenas palomitas y, por qué no, jugar un poco a la consola, y volveremos a aplaudir como cada día en el balcón, con ese subidón de energía para luego afrontar una nueva semana de esta cuarentena.