Una década de intento democrático en Birmania

La detención de Suu Kyi, el fin de una etapa marcada por las críticas al Gobierno

02 feb 2021 / 09:40 H.
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La toma del poder por parte de las Fuerzas Armadas y la detención de la líder “de facto” del Gobierno, Aung San Suu Kyi, ponen punto final en Birmania a un experimento democrático que comenzó hace una década y que ha estado marcado en estos últimos años por las reiteradas denuncias sobre violaciones de los Derechos Humanos, especialmente contra la minoría rohingya. Las Fuerzas Armadas han marcado el devenir del país asiático durante las últimas décadas, desde que en 1988 se hiciesen con el poder. La junta militar, rebautizada como Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo en la década de los noventa, estableció un férreo régimen represivo que se cebó especialmente contra la oposición política, encarnada por Suu Kyi.

La líder de la Liga Nacional para la Democracia, hija de Aung San, fundador del Partido Comunista birmano y parte esencial de la independencia, regresó a Birmania en 1988 y pronto emergió como símbolo de las movilizaciones contra la junta. En 1989, fue detenida por primera vez, hasta el punto de pasar enclaustrada en su vivienda de Rangún gran parte de las dos décadas siguiente. Pasó 15 de los 21 años transcurridos hasta 2010 encerrada en su casa, lo que le concedió un aura de activismo que tenía también el aval de un premio Nobel de la Paz —concedido en 1991, no lo pudo recoger—. La junta militar le concedió la libertad en noviembre de 2010, seis días después de unas inéditas elecciones parlamentarias, en un primer gesto que fue aprovechado por Suu Kyi en los años posteriores. Al año siguiente, el Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo quedó disuelto oficialmente y dio paso a un gobierno civil liderado por el general retirado Thein Sein. El pasado militar se hizo palpable en la composición de este nuevo Gobierno, pero se sentaron las bases de un tímido aperturismo que culminaría con nuevas elecciones generales en 2015.

Entonces, la Liga Nacional para la Democracia hizo su valer su popularidad con una mayoría absoluta que sentó las bases de lo que ha sido Birmania en los años posteriores. La Constitución, sin embargo, prohíbe ser presidente a quienes no tengan la nacionalidad birmana o estén o hayan estado casados con ciudadanos extranjeros, como era el caso de Suu Kyi. La premio Nobel asumió este límite, pero el Parlamento avaló la creación de un cargo a su medida, el de consejera de Estado, y Suu Kyi se ha mantenido durante estos últimos años como líder “de facto” del Gobierno birmano. La comunidad internacional aplaudía una transición democrática y el país volvía a estar abierto al mundo, como quedó de manifiesto en 2012 con la histórica visita del entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Sin embargo, era evidente que las Fuerzas Armadas seguían teniendo un amplio margen de actuación.

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