Un colegio de una clase

La clase es pequeña, pero el espacio no es un problema. Hay ocho alumnos: Elena Ortiz Baeza (5 años), Juan Antonio Pérez Cabrera (7), Rocío Romero González (7), Antonio Jesús Castro Peinado (8), Erika Moya Aranda (8), Juan Francisco Moya Romero (9), Javier Peláez Moya (10) y Ángelo Villegas Molina (10). Es un día normal en el aula unitaria de Hoya del Salobral (Noalejo) del colegio Sierra Sur, con sede en Santa Ana (Alcalá la Real).

16 nov 2014 / 09:52 H.


La profesora Alicia Criado debuta en una clase de estas características. Sustituye a Irene Ortiz, que está de baja por enfermedad. “En la escuela unitaria es fundamental que la acción educativa esté muy programada para atender a todos. Yo, aquí, tengo cinco niveles diferentes”, dice y señala una ficha en la que, efectivamente, están organizadas las materias que estudia cada niño en cada franja horaria. La diferencia de edad entre la benjamina —Elena Ortiz— y los mayores —Javier Peláez y Ángelo Villegas— es de 5 años: desde Infantil hasta quinto de Primaria. El reto pedagógico es, pues, esa diversidad acentuada.
Ocurre que el año pasado había dos clases en la pedanía conocida por su devoción hacía el curandero Ángel Custodio. Quedaron solo ocho estudiantes. Dos aulas eran multitud: este curso, todos a la misma. Los padres de los niños tienen un temor: que el número de alumnos siga cayendo en los próximos ejercicios. Que la escuela cierre sus puertas. “Es verdad que cada vez hay menos niños, pero no creo que lleguemos a ese extremo”, comenta Gabriel Ortiz. Su hija, Elena, vive en el paraje El Coto, a unos 3 kilómetros de Hoya del Salobral. “Coge el autobús a diario”, especifica el padre. El mismo transporte lleva a Juan Antonio Cabrera, que reside en el cortijo del Álamo. “La escuela es una alegría, es estupenda para nosotros. Si no estuviera, tendríamos que llevar a mi hijo a otro sitio”, dice María de los Ángeles Cabrera. Antonio Jesús Castro Peinado también viaja en el autobús, pues reside en Cerezo Gordo, término municipal de Valdepeñas de Jaén. El trayecto supone unos veinte minutos. “Necesitamos apoyo para que la escuela persista. Este año es unitaria. Yo inscribí a mi hijo en Hoya del Salobral, porque en Frailes, por ejemplo, no me daban ayuda para el transporte. Y en Valdepeñas no puedo ni planteármelo”, explica Manuela Peinado, la madre.
Los estudiantes de la pedanía de Noalejo tienen que abandonar el centro para cursar Secundaria. “Mi hija, Noelia Moya, se ha ido este año, porque está en primero de la ESO. Sí continúa mi hijo Juan Francisco”, cuenta María del Mar Romero. “La escuela estuvo a punto de perderse hace pocos años”, recuerda su marido, Juan Moya. El matrimonio y los hijos viven justo enfrente del colegio. Paqui Molina, madre de Ángelo Villegas, abunda en el mismo discurso que el resto de los padres —conectados en todo momento a través de un grupo de WhatsApp—: cambiar de institución académica supondría un obstáculo tanto para los menores como para los adultos.
Alicia Criado lleva menos de una semana al frente del aula unitaria de Hoya del Salobral. Ya conoce los nombres de los alumnos y la realidad socioeconómica de la zona: “La mayoría de los padres residen aquí y viven del sector primario”, remarca. La profesora, como un conserje, abre y cierra las puertas de un centro que hace de la necesidad virtud: enseñanza individualizada.