Todo sigue igual, peor que ayer

Parapetado en su escaño de diputado, el exconsejero de Empleo José Antonio Viera prefiere quemar todas las naves de su honorabilidad política antes que caer en manos de la Justicia ordinaria. Una decisión táctica de dudoso valor. Desprenderse del último privilegio debe dar sensación de salto al vacío, mejor jugar una última baza que pueda dar una pírrica ventaja, aunque conlleve el sonrojo de darse de baja de tu partido y pasar al Grupo Mixto. Qué bochorno. El último servicio para su causa personal. El otrora poderoso secretario general del PSOE sevillano queda reducido ahora a “este señor” en palabras de la presidenta, pero Viera prefiere coger el machete y asegurarse su defensa jurídica personal al margen del partido. A este entrenador de fútbol el “banquillo” de Sevilla le da pánico y prefiere ganar tiempo, una prórroga en el Tribunal Supremo en Madrid, cuyo juez tiene que ponerse las pilas en una causa que lleva años de investigación. A río revuelto.

29 jun 2015 / 10:03 H.


Estamos tan acostumbrados a la política en diferido, a golpe de titular sin cuerpo de texto, que nos escandaliza a medias que después del compromiso, cansino como un estribillo de vieja copla, de Susana Díaz y Pedro Sánchez de que los aforados abandonarían sus escaños si fueran imputados por delitos de fraude, que cada minuto que pasa sin que esto ocurra la estrategia se derrama como arena entre las manos. El listón moral lo pusieron ellos para frenar la sangría de votantes, pero pesa como guillotina sobre la cabeza de sus compañeros. Los golpes en el pecho a lo Scarlett O’Hara quedan bien en la tele, pero son de consumo efímero sino están acompañados de golpes en la mesa. El “tiempo nuevo” requiere, al parecer, de mucho tiempo. Del concepto regeneración democrática mejor dejarlo a la vuelta de vacaciones. Delicadísima posición para dos baluartes del socialismo con los que sería imposible explicar la Andalucía contemporánea. Manuel Chaves y Gaspar Zarrías mascullaban el proceso judicial, pero no esperaban esa sensación de orfandad que les transmite el partido.

El callejón sin salida en el que se encuentran es político y hace que cada minuto que pasa ante la opinión pública sus acciones se devalúen. Los servicios prestados no cuentan para un PSOE andaluz que restó importancia al proceso, ninguneó a la jueza que lo investigó y ahora acaba echando tierra a su pasado inmediato.

Error sobre error. El morlaco eran los “cuatro chorizos” y el sistema que permitió que esos fondos llegaran a sus manos. Cuando el poder se hace arbitrario, obvia procedimientos administrativos y por la agilidad “política” abre la mano, abre también la puerta al descontrol. Este proceso tiene más enjundia política que judicial y, al parecer, nadie advirtió que el enemigo dormía latente en casa y alimentado a demanda. En la lógica defensa de su honorabilidad confundieron los tiempos, pensaron que el asunto no tenía entidad suficiente y que, ni de lejos, les arrastraría. El calvario para algunos como Mar Moreno acabó, lo hará también para otros tantos que ni pincharon ni cortaron, pero esta mala historia tendrá un final y unos responsables políticos. El auto así lo dicta. Todo sigue igual, peor que ayer.