Pensamientos líquidos

Si en un hipotético caso el protagonista de Regreso al Futuro, McFly, fuera, es un poner, del barrio de San Ildefonso, se llamara Lucas y hubiera aparcado su buga molón (un “dos caballos” en lugar del DeLorean) en una calle del Jaén del siglo XXI no se quedaría, precisamente, absorto con los cambios. Aquí treinta años son poca cosa para evolucionar, en todo caso, dan para remodelaciones. Los biorritmos políticos en Jaén, en general, y en la capital, en particular, son lentos. Es época de elecciones, una estación más del año, pasajera eso sí a Dios gracias, y en ella se muestran en catálogos de photoshop las bondades de cada oferta. En la comparativa, al mirar los estrenos de la provincia nos damos cuenta de lo cicateros que son con esta tierra en calma.

24 oct 2015 / 09:30 H.

Estrenan AVES, puentes top, inauguran suculentas plantas industriales pagadas a escote, pero aquí el Gobierno tiene un coto vetado para la inversión. Hablamos de dinero en mayúsculas. Hay quienes intentaron verbalizar en el subidón de una campaña un compromiso creíble, nada de un matrimonio de conveniencia. Zapatero, sin ir más lejos, quizá imbuido del entorno del Parador de Jaén, tuvo un delirio de caballero andante y proclamó a los cuatro vientos que pondría a Jaén a la cabeza de la inversión en España. Fue un desvarío momentáneo, nada grave. Rajoy, sin embargo, en esto es más adusto, más registrador, no necesita mentir. Su verborrea desmontable, estilo Ikea, “un vaso es un vaso, un plato es un plato”, no requiere de retórica ni de metáforas “ad hoc”.

Vienen y van, como oleadas, trocean sus parcelas de inversión para que la tropa se mantenga en un estado catatónico, fieles al grupo, mecidos por los cantos de sirena. Ni tan siquiera en los tiempos en los que no se ponía el sol en el imperio político de Zarrías se llegó a consumar el vuelco de una Jaén en primera división inversora. Subía al tablao los viernes y nos cantaba que todos los planetas políticos estaban alineados, Gobierno central, autonómico, Diputación y una extensa mancha de puños y rosas por doquier en el mapa municipal. Creíamos que se obraría el milagro porque no había administración rival con la que sacar los dientes. Era su momento y nos prometió una Toscana italiana y nos imaginábamos felices en una peli-postal, de las malas de Woody Allen, pero no pudo ser. Otro gatillazo político. Nos embaucan con promesas con fecha de caducidad, pero somos adictos a consumirlas. Una vez usadas, esperamos a la siguiente para entregarnos a ella con pasión.


Bueno, volvamos con Lucas, que acaba de dejar el coche en un aparcamiento del demonio plagado de columnas. Después de rozar el “dos caballos”, para aplacar el berrinche se pierde por la zona de las tascas. Cuando logra que un paisano levante la vista de un cacharro, que porta en la mano como si la Biblia fuese, pregunta por qué no funciona el tranvía... y se hace un silencio incómodo solo interrumpido por el golpe del cuchillo sobre la tabla tras cortar el queso. Azorado, el compañero de barra le espeta: “¿Tú no eres de aquí, no? De ese tema no se habla. Está maldito”. Pensó en buscar respuestas, donde siempre las encontraba, en el fondo de un biscuter de Alcázar, pero los botellines solo los tenían de adorno. Enfiló la puerta, cogió el coche y lo programó para regresar al pasado, no si antes darse el gusto de irse sin pagar el aparcamiento.

(Ilustraciones de el Creata y Juan Carlos Contreras)