Mañana de alegría y tarde de tristeza, un hermoso contraste

La Semana Santa jiennense nace en Belén, pero no de Judea —como Cristo—, sino en el templo que lleva ese nombre, en pleno centro de la ciudad. Son las primeras puertas que se abren para que por ellas encuentren la calle un colosal misterio —Nuestro Padre Jesús de la Salud en su Entrada en Jerusalén— y el delicado palio de María Santísima de la Paz, que abandonan su iglesia convocados por el tradicional acto de la “llamá”. Entre una multitud que llena la plaza dedicada a la Virgen, los tronos —añeja denominación de los pasos de procesión en la capital— suben en busca del itinerario oficial, un recorrido que se adentra en la zona histórica y “obliga” a las comitivas a pasar junto a la Catedral.

09 abr 2014 / 22:00 H.

Una vieja costumbre invita a los jiennenses a ponerse por primera vez alguna prenda de su indumentaria o cualquier complemento el día inaugural de la Pasión. Incluso existe un refrán que advierte: “A quien no estrena el Domingo de Ramos, se le caen las manos”. Uno de los momentos más emotivos del desfile penitencial, que alegran luminosas túnicas blancas y cíngulos de encendido azul, es el recibimiento que hace una representación de los mayores de la Residencia de las Hermanitas de los Pobres, a la que la cofradía entrega una artística palma en el transcurso del recorrido. El regreso a su barrio, cuando el mediodía es ya una inacabable invitación a disfrutar de su gastronomía, reserva instantes para eternizarlos con cámaras. Camino de la iglesia que abandonaron para declarar inaugurada la Semana Santa de la capital, las imágenes de La Borriquilla vuelven arropadas por la intimidad de un dédalo de calles que celebran su retorno.