La procesión de Los Estudiantes consigue la “matrícula de honor”

Un tópico afirma que la Semana Santa de Jaén es siempre igual y siempre distinta. Pero no es verdad. Como casi en todas las ocasiones, los lugares comunes no tienen razón alguna.

31 mar 2015 / 09:59 H.

La Pasión de aquí es más hermosa cuanto más se repite, y el cofrade no espera la novedad, no sueña con los estrenos. Eso sucede, y punto. Es algo natural, fruto del afán de dignificar un comitiva que, además, es el reflejo exterior de la intensa vida cofrade que pasa durante todo el año.  
Lo hermoso es volver a encontrarse con lo mismo que el año anterior, que las cosas cambien lo justo para mantener viva la llama pasionista. Y de eso sabe mucho, y muy bien, la Ilustre y Franciscana Cofradía del Santísimo Cristo de las Misericordias y Nuestra Señora de las Lágrimas. Lunes Santo a Lunes Santo, repite, como si fuese nuevo, un cortejo pleno de momentos, eso sí, irrepetibles. Una plaza sin hueco ni para el aire; saetas, gritos y ese silencio de Maestranza en el que es posible oír el latido de la emoción y que solo se rompe para el aplauso. Así es La Merced cuando deja de ser barrio para convertirse en procesión de Semana Santa.
Otra vez se abrieron las monásticas puertas y, como siempre, desde la oscura boca de la antigua iglesia conventual salió el no menos centenario Señor del Bambú, con su policromía sobrecogedora de latigazo recién infligido. Los suyos respondieron de la misma manera que doce meses antes. Acompañado de un más que sorprendente “ejército” de hermanos “armados” de luz en una Pasión cada vez menos poblada de nazarenos, el Crucificado de Santa Clara sembró olor a convento, aroma de clausura, por donde pasó. Entre saetas, con costales de estreno, enfiló Merced Alta camino de los cantones, en las afueras de su intimidad. ¡Qué maravilloso contraste funda esta hermandad, que empieza en procesión con sones trágicos y guarda para el último tramo su posible alegría!
Fue la exaltación de la singularidad, que tuvo su punto culminante en ese otro instante mágico, único, que es la ronda de la Tuna Universitaria a la Señora de Martínez Cerrillo. ¡A ver quién quiere cambiar eso! “Que ni el tiempo lo roce”. Poco antes del primer golpe de pandereta, Jaén ensayó a las puertas de la vieja parroquia la inminente mecida. Y lloró mucho mientras la estudiantina entonaba ese “Virgen de Amor” que es ya marcha de procesión. Como la hermandad siga esmerándose como lo hace en su paso de palio, va a haber que inventar palabras para describirlo.
“Matrícula de honor”, un “curso” más, para Los Estudiantes, que hincan los codos de su fe sobre los Evangelios para, luego, sacar a la calle lo aprendido en las aulas cofrades.