La Buena Muerte clama al cielo, que le regala una tarde de sol y devoción

Inmaculada Espinilla /Jaén
Anderos con lágrimas de emoción, mantillas dándose los últimos retoques, costaleros de guardia junto a los pasos y miles de sentimientos encontrados, tantos como personas participaron en el “acto de fe” de la Buena Muerte, que después de dos años se volvió a reencontrar con sus fieles.

    09 abr 2009 / 15:01 H.

    Con la melodía “El Cristo del Amor”, las tres imágenes de la hermandad avanzaban por el templo de Vandelvira. Al grito de “Viva el Señor de la Catedral”, el Cristo de la Buena Muerte saludó a Jaén desde la Puerta del Perdón y la ciudad se sumió en un largo y profundo aplauso. Fue mucha la emoción que mostraban cofrades y devotos. Y no era para menos, después de dos años, los pasos salieron al encuentro con su pueblo. Fueron meses de preparación y, ayer, el tiempo perdonó y les permitió la salida. El desfile procesional estuvo marcado por un hondo sentimiento religioso, ya que desde la cofradía se reseñó que era un acto de fe.
    Pero era una creencia alegre y paciente. No en vano, han sido dos largos años de espera en los que la lluvia se cebó con las imágenes de la hermandad. Por eso, no faltaban los comentarios ilusionados que ensalzaban lo bien que había quedado la imagen de la Buena Muerte después de su restauración. Los había de todos los tipos, como los que alabaron su brillo, su expresión y sus formas.
     Poco a poco, aparecieron el Cristo Descendido de la Cruz y Nuestra Señora de las Angustias y la emoción contenida estalló. Los rostros de los que esperaron durante más de una hora, irradiaban alegría, sobre todo, los de los más pequeños, que ansiaban reencontrarse con su Virgen.
    Con sus tambores de juguete y cámaras de fotos, no dejaron de inmortalizar todo lo que allí ocurría. Mientras tanto, la procesión avanzaba lenta y firme por las calles aledañas de la Catedral. Cada uno en su sitio, siguiendo el compás y con un rostro sereno que mostraba su fe.

    Flores procedentes de la cofradía de El Abuelo

    Uno de los momentos más emotivos que se vivieron en el interior de la Catedral fue después de la oración por la vida. El hermano mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, le entregó a su homólogo de la Buena Muerte, Ramón Guixá, un ramo de flores para el uno de los tronos. Después, se fundieron en un largo abrazo ante la mirada del obispo, Ramón del Hoyo.



    Aniceto López Aranda Vice-hermano mayor

    “Coordinar la salida de la profesión es todo un arte”

    —¿Cómo coordina la salida de la procesión?
    —Es una tarea difícil puesto que hay que poner en su lugar a más de 1.000 personas que desfilan en nuestra comitiva. Procuramos hacerlo bien e ir ordenados durante todo el recorrido. Siempre buscamos tener señas de identidad propias de nuestra hermandad a la hora de recorrer las calles de Jaén.
    —¿Desde cuando pertenece usted a esta cofradía?
    —Llevo siendo hermano 30 años. Cada una de las Semanas Santas es especial. Salir de La Catedral y encontrarte con toda la gente que viene a ver a nuestras imágenes titulares, hace que te sientes orgulloso. El acto de procesionar no deja de ser un acto religioso público externo.
    —¿Que medios tecnológicos incorpora para organizar toda la comitiva?
    —Usamos auriculares y equipos portátiles de transmisión para comunicarnos con los jefes de fila para que todo vaya en orden. Gracias a estos elementos nos facilita mucho el contacto entre todos durante el recorrido.
    —¿Que es para usted ser vice- hermano mayor?
    —Entre mis funciones esta sustituir al hermano mayor en los momentos en los que él no esta por algún motivo. También me encargo de coordinar las cuatro vocalías de Manifestaciones Públicas, Formación, Cultos y Caridad y Convivencia.
    —¿Que estrenan este año?
    —Sacamos el estandarte del Cristo. Contamos con un patrimonio muy amplio como el guión sacramental.

    Ana María Charte Cuello Administradora

    “Mi función es importante, pero a veces desagradable”

    —¿Cómo entró a formar parte de la cofradía?
    —Llegue a Jaén desde Aragón en 1963. Empecé a trabajar en el Hotel de don Antonio Luque. Él era muy cofrade y me introdujo en la hermandad un año después.
    —¿Qué destaca de su participación en la hermandad?
    —Siempre he sido una cofrade normal, he desfilado en muy pocas ocasiones. A mis hijos si les he inculcado que participaran de forma activa en la cofradía. Mi hija con 16 años salió por primera vez de mantilla.
    —¿Que resaltaría de su función de administradora?
    —Que es la más fea. Tratar con el dinero no suele ser agradable. Las cofradías tienen pocos recursos económicos, pero mucha ilusión por hacer cosas. La administradora tiene que velar porque lo que se gaste sea responsable. A veces tengo que decir no a muchas propuestas porque no hay dinero.
    —¿Que subrayaría como seña de identidad?
    —Resaltaría lo que luchamos porque no se pierdan los signos de identidad. Es fácil contagiarse de modas de otras ciudades. Creo que mi hermandad sigue siendo fiel a su carisma. Por ejemplo, fue la primera cofradía en Jaén que contó con sus propios hermanos para portear los tronos. Antiguamente se pagaba a la gente para que llevara los pasos. La Buena Muerte fue pionera en rescatar a gente joven para que se implicara durante todo el año en la cofradía. Fue la primera que sacó sus pasos sin pagar ninguna retribución.