Ginés Liébana: 'Soy una persona poco académica'

Ignacio Frías /Jaén   
Se puede decir que es un artista polifacético, ya que es pintor, poeta, dramaturgo y novelista, disciplinas que domina con maestría. Sobre todo, es un creativo infatigable, siempre entregado a su trabajo. Esos méritos le han valido la Medalla de Andalucía 2011.

    15 mar 2011 / 10:05 H.


    Su mundo pictórico y literario bebe en lo onírico, en el territorio de Morfeo, el de las realidades aparte del Don Juan yaqui. Ginés Liébana vive por y para su trabajo, al que dedica su vida y su tiempo. A sus 90 años es un ejemplo de tesón y a la hora de hacer esta entrevista estaba enfrascado en su estudio realizando un cartel por encargo de la Denominación de Origen Montilla-Moriles. Nació en Torredonjimeno, es Hijo Adoptivo de Córdoba y, desde hace ya años, está afincado en Madrid.
    —Usted siempre al pie del cañón, siempre activo.
    —Sí. Ahora estoy pintando un cartel y ayer estuve en la televisión en un programa con Sánchez Dragó y la verdad es que no paro. Tengo publicados casi veinte libros, sobre todo, de teatro.
    —Usted en sus libros evoca un pasado que ya no existe.
    —Yo nací en el 21 y en Torredonjimeno capté cosas que han desaparecido. Cosas que los muchachos que están ahora al frente de la cultura ven que no existe todo eso que yo cuento. Había un surrealismo y una fantasía en Torredonjimeno cuando yo era niño. Era algo de una sofisticación tan sumamente interesante, un espectáculo que hay que buscar en los recuerdos, porque la guerra vino a estropearlo todo. Pero yo tengo muy buenos recuerdos.
    —Ese mundo que comenta también pervivió durante la posguerra, y posiblemente hasta la llegada de la televisión y la leche en polvo.
    —En la posguerra se conservaba, por supuesto. Pero yo me refiero a cuando yo nací y era niño. Había mucho surrealismo. Continuamente me iba a Valenzuela, que está a dos pasos de Torredonjimeno, a casa de mi abuela. Mi padre también era de Torredonjimeno, era jefe de Cartería y lo fusilaron con mi hermano que tenía 19 años recién cumplidos. Pero yo no he mantenido nunca rencor, porque fue una guerra contra los propios compatriotas. Yo salí fuera y viajé mucho por el mundo.
    —¿Ese peregrinar por el mundo  qué le aportó a su universo artístico y creativo?
    —Yo soy una persona poco de academia. Había aprendido la forma de hablar del pueblo, de la sociedad aquella, que hablaba de una forma especial. Yo era como una esponja que iba recogiendo y todo lo poco que tengo se debe a haber vivido esos años de mi infancia.
    —El mundo al que se refiere es surrealista.
    —Es teatral, histriónico, popular y también poético. Es un mundo que lo he visto en Andalucía y también en Aragón.
    —El mundo de Goya, Picasso y Velázquez, los tres grandes.
    —No, no, no. Es el mundo de Buñuel. Es el sentido teatral, disparatado. Goya también lo tiene. Yo vi las películas de Buñuel, pero mi infancia era la del cine mudo que lo veíamos en la plaza de toros de Córdoba. De niño era todo un lujo pero, luego, la civilización ha rechazado todo eso, con toda la tragedia que supone.
    —¿De qué es el cartel que está pintando ahora?
    —Es “la cata de Córdoba”, un encargo del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles, que todos los años la hacen en abril. Además, a mí me han hecho este año Capataz de la Vendimia de Montilla, con una ceremonia muy fantástica que estuvo muy bien. Hay algo de la tradición que existe en Andalucía de mezclar lo pagano con lo religioso. Eso es algo bello.  
    —¿Cómo aprendió a pintar?
    —Soy autodidacta. Pero desde niño tuve una influencia de las procesiones y de los toros. A mí no me gusta el dibujo perfecto, porque me aburre. Cuando algo está muy bien dibujado es como una fotografía. Yo siempre procuro sorprender, para que la persona que vea el dibujo capte lo sugerido, lo que planteo y esbozo. Así ha sido durante más de ochenta años. 
    —¿Definiría a su escritura como surrealista también?
    —Yo observo las cosas un poco diferente. Atacar las cosas como se coloca la cámara en una película donde un cocodrilo mata a su padre y se hace un bolso con su piel. Se puede ser trágico o sensible porque las cosas no son una, sino que son muchas. Además, pienso que escribir en el extranjero enriquece mucho. Tengo un libro que se llama El mueble obrero, en el que hablo de Andalucía y del histrionismo heroico y de una cultura que es más culta que la propia cultura, de un pueblo que tiene nostalgia del paraíso.

    Perfil
    Se formó en la escuela autodidacta de la vida y encontró un lenguaje propio, huyendo de lo académico para sentirse libre, por eso está a gusto a veces con el abstracto, pero encuentra su caldo de cultivo en el surrealismo. Nació en Torredonjimeno pero de niño vivió en Córdoba, donde su padre estuvo destinado como jefe de Cartería. Allí escribió en la revista poética Cántico, junto
    a Ricardo Molina, Juan Bernier, Pablo García Baena, Julio Aumente y Mario López. Liébana viajó por todo el mundo y en los sesenta se asentó en Madrid, donde permanece hoy dedicado al proceso creativo. Su pintura es elaborada, miniaturista, mágica y simbólica, refleja toda su sensibilidad andaluza, intensa, ritual y sensual. En la literatura se mueve magistralmente entre poesía y narrativa. Algunas de sus obras son: Donde nunca se hace tarde, El libro de los ángeles, El mueble obrero, El navegante que se quedó en Toledo, Travesía de la humedad, o El andaluna: linaje del sur. En 2005 recibió la Medalla de Oro de Bellas Artes por su trayectoria. En 2010 se le nombró Hijo Adoptivo de Córdoba, y el 28 de febrero de 2011 recibió la Medalla de Andalucía.