El alcalde y su retrato

Cuando se apagan los focos, se paran las grabadoras y el argumentario descansa en el bolsillo, el subidón de adrenalina cesa y la sonrisa se atempera. Al alcalde en funciones de Jaén, José Enrique Fernández de Moya, le dio el bajón nada más terminar la fiesta. Le sobran los motivos rumiará para sí. Necesitó tres días para recuperarse de la victoria. En la noche electoral, agradeció a los suyos el esfuerzo y liberó la tensión de la campaña. Sobre todo, tras el caso García Anguita que estuvo a punto de dinamitar todo el trabajo previo. Tembló la estrategia, porque el “as” en la manga de Ciudadanos (otra grabación, en este caso solo audio), aunque guionizada, era un petardito de nada. Quien programó la bomba de relojería — la fetén, la de enchufados “por los cojones míos”— se preguntará hoy si de haberla detonado antes el panorama político sería el mismo. Mera hipótesis en su trabajo.

01 jun 2015 / 11:26 H.

El caso se cerró como se acostumbra en estas latitudes, sin dimisión ni cese y con el protagonista destemplado, noqueado por días, desdibujado en las fotos, pero sin renunciar a seguir en el monte: “Tranquilamente iré a la Fiscalía y estoy convencido de que esto lo archivará, pero yo puedo llevarle otras cosas del PSOE”. ¿Qué cosas? ¿Por qué no las lleva? Antes zafio que corrupto vino a decir en un ardid populista. Sin embargo, en la entrevista publicada en este periódico por Manuela Rosa el alcalde mantiene que tiene una “charla” pendiente con él. Los paralelismos con el “affaire” Sabalete son, no obstante, sonrojantes. Al menos, eso sí, el regidor en funciones no quitó hierro al asunto y dejó claro que el comprometido vídeo lejos de sumar, “restó”.

Tras un final de campaña difícil, una victoria sin mayoría y la vuelta a la ruina de cada día, el alcalde pide a gritos un “cambio táctico”. Su cuadro político envejece a lo Dorian Grey y él lo sabe

Pero si antes era un secreto a voces, ahora la charla más acuciante la tiene el alcalde consigo mismo y no, precisamente, ante el espejo. El presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, recomendó al presidente Rajoy, en esta semana trágica para el PP, “mirarse al espejo” y preguntarse “si debe ser candidato”. Nuestro alcalde se mira con frecuencia y se pregunta. Sin embargo, está más atormentado porque, como el personaje de Oscar Wilde, Dorian Grey, ve cómo su retrato político envejece, se consume en un Ayuntamiento que es una ruina y con pasajes de terror presentes y futuros ( Bódalo, también). Así ni las alegrías en forma de victoria sin mayoría se disfrutan con gusto. Y es que, al contrario que en la novela, no hay precisamente hedonismo y felicidad en la Casa Consistorial. Con esta trama, una palabra de Moreno Bonilla bastará para acabar con el maleficio (gracias David) y salir de esta casa nada aireada. Él ya ha levantado la mano, está de puntillas para que se le vea y si la pretendida renovación andaluza es real no hay tantos alcaldes victoriosos donde elegir, al margen de la sintonía personal con el secretario andaluz. Garantizado otro mandato, será el momento de preparar la sucesión para que Javier Márquez mande, con permiso de Miguel Contreras, lo que puede mandar en un Ayuntamiento intervenido y asfixiado por méritos propios o “por cojones”, según el momento. Una cruz, política en cualquier caso para el ciudadano.


Una frase que es un titular, un síntoma y una enfermedad

“En mi pueblo los señoritos son los del PSOE”, con estas palabras la portavoz del PP de Santiago-Pontones, Beatriz Montoro, explica por qué una okupa se integra en las listas populares. Este hecho aislado pone, no obstante, una imagen también de lo que ocurre cuando se tiene el poder y se pierde el contacto con las necesidades de los ciudadanos. Los partidos emergentes toman nota de cada una de estas preocupaciones, de momento su tsunami no llega a los pueblos y ciudades de la provincia, pero los acomodados ideológicamente no deberían dormirse en los laureles, mañana quizá sea tarde para recobrar el pulso.