Más de un siglo de cariño

La jiennense sopla las velas emocionada y rodeada de su familia

22 nov 2017 / 08:46 H.

En buena compañía, el tiempo vuela. Mientras estaba rodeada de su familia, la jiennense Lidia Argote Latorre se dio cuenta de ello y, al soplar las velas se percató de que su deseo ya se había cumplido. Se sentía arropada con todo el cariño y amor que los suyos le profesan cada día. Argote nació el 15 de noviembre de 1912 en el barrio de los Caños, donde se crió y volvió años después. Ahí vive actualmente con dos de sus hijos, Emilio y Alicia, quienes cuidan y están pendientes de ella.

La cumpleañera, en su juventud, fue casera de la emblemática tienda calzados Cubero. Se casó con 24 años, un 5 de diciembre de 1936. Durante toda su vida se dedicó a criar a sus cinco hijos, Emilio, Ricardo, Alicia , Pepe —ya fallecido— y Paco. Junto a uno de ellos, regentó un quiosco de prensa en la Plaza de los Jardinillos, labor a la que dedicó más de 40 años. Durante ese tiempo, Argote no solo aprendió y perfeccionó un oficio, sino que conoció a mucha gente que, hoy en día, forma parte de su círculo de amistades.

Posee un carácter extrovertido. Presume de tener buena mano para la cocina. Y así lo demuestra cada año durante la festividad del Día de Todos los Santos. En esa época, prepara una de sus mejores recetas, las gachas. “Son las últimas que hago”, acostumbra a decir cada vez que las preparada.

De ella destaca su gracia a la hora de contar anécdotas. Demostró tener una fuerte vitalidad cuando superó una operación de vesícula a los 95 años. Uno de sus peores momentos llegó en 1976, cuando quedó viuda. Sin embargo, sus ocho nietos —Ricardo, Irene, Azahara, Francisco José, Jesús, Moisés, Almudena y Lydia— y sus tres bisnietos —Ainhoa, Lucia y Arturo— son la alegría de su vida.

Argote es consciente de la edad que cumple. Siente que ha sido la protagonista de sus mejores y peores momentos, pero nunca desiste a la hora de mostrar una sonrisa. Y puede que ese sea el verdadero secreto de su vitalidad. Por esa razón, al soplar las velas, la jiennense sintió que todos sus deseos ya se habían hecho realidad.