“Supiste valorar enormemente la vida, la alegría, la familia y los amigos”

10 sep 2016 / 08:00 H.

Hace ya cinco años que nos dejaste y todos los días te recordamos y prolongamos tu existencia entre tu familia y amigos. Ya sabemos que una persona pervive mientras dura su recuerdo.

Te fuiste rápidamente, sin querer dar “mucha guerra”, y nos dejaste un sabor agridulce, ya que, aunque compartimos tu cariño y tus acciones en este mundo, no pudimos despedirnos y hacernos más o menos a la idea de que ya no nos veremos, ni compartiremos más tu persona, tu alegría y tus acciones.

Supiste valorar enormemente la vida, la alegría, la familia, los amigos, los pequeños placeres de la vida (fundamentalmente los culinarios, la comunicación con las personas y viajar siempre que podías) y afrontar las dificultades, enfermedades (sobre todo la de tu querida esposa Carmen que tanto años estuvo enferma) y desengaños de la vida, con optimismo y una actitud positiva, que muchos ya quisiéramos, consiguiendo dejar un recuerdo imborrable entre amigos, compañeros y familiares.

Sin duda, las dos semillas que mejor plantaste en tu vida y que hoy han crecido y dan sus frutos, gracias a tu cariño, cuidados y enseñanzas, son tus dos nietos, que te recuerdan y valoran todos los días y que, como dice un viejo proverbio (los nietos son el recipiente donde los abuelos depositan su amor y sabiduría para que perduren el resto de sus vidas). Pilar y Jose María te siguen queriendo con locura y te recuerdan y echan de menos todos los días que llevas faltando en sus jóvenes vidas. Por tu trabajo como conductor de Obras Públicas, viajaste, sobre todo, por toda nuestra provincia, conocías todos los rincones, pueblos y muchas personas de los lugares más recónditos y prácticamente tus jefes y compañeros se “daban tortas” por viajar contigo, por la prudencia al volante, charla amena y conocimiento profundo de lugares y sitios donde parar y reponer fuerzas para continuar con el trabajo y el viaje.

Tu hija Mari Carmen, “tu niña”, pues ya sabes que te quería con locura y que a pesar de esos pequeños roces normales entre padres e hijos, te echa de menos y te lleva en su recuerdo y en sus oraciones, esas que tú le enseñaste con tantísima fe.

Querido Juan, para mí fuiste como un padre y, como el mío se fue más pronto, pues te adopté como tal. Desde que te marchaste me quedé bastante huérfano y desasistido, pero tu recuerdo y alegría nos dan fuerza y moral para luchar contra las dificultades y avatares de la vida y en los momentos alegres te recordamos y nos reímos todavía contigo, con tus ocurrencias y enseñanzas.

Un abrazo Juan y ya sabes por dónde estamos y que nos acordamos muchísimo de ti.