“Pintor y utillero para el cielo”

02 dic 2016 / 08:00 H.

Diego del Moral Ordóñez, que durante algo más de una década estuvo vinculado como utillero al Real Jaén, nos dejó hace unos días. Diego, que antes desempeñó el oficio de pintor, llegó a la entidad jiennense en la temporada 1993-1994 para ocupar el puesto de Juanito Murgado, siendo presidente del club Juan León y entrenador Tolo Plaza.

Ese fue el momento en el que conocí a Diego y, por su forma de ser, me causó una gran impresión desde el primer momento. Serio, pero cercano, siempre le tuve respeto y una gran admiración, tal y como le trasladaba cuando nos veíamos en la Copistería “Juan y Ana”, a la que acudía asiduamente para pasar el tiempo y hablar con Antonio Pablo. Tras dejar su labor en el Real Jaén por jubilación, solo acudió al estadio de “La Victoria” en contadas ocasiones, pero me consta que seguía diariamente la actualidad de la que fue su casa en los últimos años de su vida laboral.

Diego caminó durante toda su vida con cuidado; donde pisaba lo hacía suavemente sabiendo que esos pasos, en el deambular diario, debían ser pausados y silenciosos para que nadie de su entorno sufriera las desavenencias que aparecían en la convivencia cotidiana. Actuaba, al menos en la parcela que yo lo conocí, sin ruido y sin voces. Nadie le tuvo que prestar, porque ya las tenía, condiciones de bondad y sencillez; de generosidad, entrega, comprensión y magnanimidad. Su trabajo siempre perfecto; la ropa y el material siempre dispuestos para ser utilizados por técnicos y jugadores, que formaban también parte de su familia. Aunque la mayoría de las veces su semblante era serio, su interior emanaba paz y sosiego. Su rostro rasgado, en el que se veían las huellas del paso del tiempo y el trabajo a la intemperie, con frío y calor, con lluvia y sol, expresaba, no obstante, su carácter amable, solidario, de amistad y la ayuda que ofrecía sin que se la requirieran. Trabajador y luchador, nunca desistió en su quehacer diario para alcanzar sus proyectos, porque conocía que a la meta solo llegaban los tenaces y los que se marcan objetivos. Era consciente de que nada se lograba sin esfuerzo y que el empeño tenaz siempre daba sus frutos.

Durante el tiempo que trabajó en el Real Jaén fue feliz.

Fue un hombre justo y cabal. Nunca aireó nada de lo que se “cocía” en el día a día en el vestuario. Su lema era “oír, ver y callar” y que nadie se atreviera a preguntarle por algo de lo que allí ocurría, porque salía “escaldado”.

Con Diego del Moral se han ido tantos y tantos secretos deportivos, tantas conversaciones íntimas, momentos tristes y de gloria, de gozo y de dolor, en la rutina diaria con la gran “tropa” de jugadores que pasaron por el Real Jaén. Muchos de ellos, a pesar del tiempo transcurrido y de la lejanía en la que se encuentran, han respondido y reconocido, con respeto y admiración, las grandes virtudes del que fuera su “utillero”, pero sobre todo su confidente y amigo. Se ha ido, por tanto, una persona que ha formado parte de la vida de este club nonagenario y que siempre estará presente en su historia, en esos momentos de alegría —para qué recordar los tristes— con los “play off” disputados o los ascensos conseguidos en Figueras y Orense.

Ahora, en el más allá, amigo Diego, pon aire fresco y acaricia, como se acarician a las rosas, los mejores momentos de tu vida familiar y profesional y ejerce, también en el cielo, tu labor de pintor para embellecer sus paredes y de utillero para que sigas atendiendo a todos los que allí encuentres.

Un fuerte abrazo para tu esposa Ana y tus hijos, Javier y Rocío, y rememora con ellos y con la legión de amigos que te queremos, repito, los mejores y más felices días de tu paso por este mundo, que ahora has dejado.

Paz y Bien.