“Madre, nunca te olvidaré”

07 dic 2016 / 08:00 H.

Ni un solo día, y ya hace un año que nos dejaste, se aparta de mi mente tu recuerdo. En casa tengo presente tu imagen, tus costumbres, hacer cada actividad a su hora, tus comidas, tus conversaciones, tu compañía...

Me considero un privilegiado de la fortuna por haberte tenido a mi lado durante más de 60 años, pero, al mismo tiempo, al revivir esa unión que hubo entre nosotros y comprobar tu ausencia, ese pensamiento me inunda de tristeza ante la realidad de que ese tiempo pasó y no va a volver nunca, y que tanta felicidad ya solo es un recuerdo. Sobre todo, estos últimos años que hemos vivido al unísono penas y alegrías, que en la vida te viene de todo; pero el saber que juntos podíamos disfrutar de lo uno y afrontar lo otro, mi dicha era inmensa al contar contigo para todo.

Hemos pasado juntos ratos buenos y ratos malos; desde que tengo conocimiento, nos hemos apoyado mutuamente y, cada vez que conseguíamos ganar una batalla, tu cariño me fortalecía, y tú también te hacías más fuerte con el mío. Te jubilaste tras muchos años de duro trabajo, afrontando las vicisitudes de la vida con valentía y tesón. Has sido una madre coraje y solo Dios sabe la entereza y el valor que le has echado a la vida. Te ganaste muy bien el pan con el sudor de tu frente y nos lo ganaste a nosotros, como corresponde a esa mujer valiente y honrada que podía con todo.

Durante estos últimos años, viviendo juntos y dándonos compañía mutua, hemos sido muy felices, mucho. He disfrutado mucho a tu lado, madre. Para mí, volver a casa del trabajo y encontrarte en ella, siempre de agrado conmigo fue una auténtica bendición de Dios, madre. La enfermedad y los años le restaban energía a tu cuerpo, pero no a tu alma, siempre fuerte y batalladora.

Conservo tu habitación como la dejaste: huele a ti, madre, a tu limpieza de cuerpo y de espíritu, a tu feminidad, a tu buen gusto por acicalarte en su justa medida, según la edad avanzaba, pero sin dejar nunca la sensatez y el buen criterio. Las temporadas de vacaciones que pasábamos en la playa las tengo grabadas en mi memoria como si fuesen cosas presentes, que no se han acabado. Por eso, cuando he vuelto, al mismo tiempo noto tu ausencia y tu presencia, no sé cómo explicarme. Pero tengo sensaciones de que la realidad no es como es, y ni el sol me parece el mismo sol ni el mar el mismo mar de antaño, y me encuentro abatido, como si no supiera lo que quiero ni adonde me dirijo. Muchas gracias, madre, por haber sido para mí la plenitud de cariño que un hijo necesita en su vida para tirar para adelante. Tu hijo nunca te olvidará.