“In memoriam”: Monseñor Justo Mullor

07 ene 2017 / 08:00 H.

Su cada vez más deteriorado estado de salud no le permitió al arzobispo Justo Mullor García disfrutar de la entrada del año nuevo desde su casa del Zapillo, que él consideraba como su lugar espiritual de retiro. Los últimos años compartía estancias entre una residencia de sacerdotes de Roma y Almería, si bien las visitas a su provincia natal eran cada vez más reducidas por su delicada salud. Ha fallecido en la clínica Pío XI, de Roma, donde llevaba varios días internado, el pasado 30 de diciembre.

Justo Mullor era miembro de una de las familias más arraigadas del municipio almeriense de Enix. Su padre, Modesto Mullor, era funcionario del Ministerio de Fomento por su condición de peón caminero y, como tal, fue trasladado a diversas provincias de Andalucía. Fue en la vivienda que la familia tenía alquilada en la calle Moraleda Alta, de Los Villares (Jaén), donde Justo vino a este mundo el 8 de mayo de 1932. Pese a su corta estancia en el municipio jiennense, Los Villares siempre mostró un reconocimiento especial hacia monseñor Mullor, al que en vida organizó diversos homenajes, uno de ellos con la dedicación de una calle. Era un cariño correspondido. La última visita a Los Villares la realizó Justo Mullor en 2010 y, durante su estancia, tuvo la oportunidad de visitar la casa donde nació. También el municipio de procedencia de su familia, Enix, le dedicó una calle y le concedió el título de hijo predilecto. En la capital almeriense también tiene una plaza con su nombre. Era un gran devoto de la Virgen del Saliente.

Cuando Justo es un niño, su padre es fusilado por las tropas franquistas y la familia retorna a Almería. La vida transcurre para él entre la capital, en su casa de la calle La Reina y Enix. Ingresa en el Seminario Diocesano San Indalecio de Almería y pronto se le observan cualidades para una alta responsabilidad. Se traslada a Roma, donde estudia en el Colegio Español y en la Universidad Gregoriana. El cardenal Antonio Samoré le ordena sacerdote el 8 de diciembre de 1954. En 1957, ingresa como alumno en la Pontificia Academia Eclesiástica, que llegaría a presidir desde el 11 de febrero de 2000 hasta el 13 de octubre de 2007. En Roma, vive el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII en 1962.

A partir de 1967 Mullor inicia una vida dedicada a la representación de la Iglesia Católica en diferentes países y ante organizaciones internacionales. Tras su paso por la Nunciatura Apostólica de Bélgica, en 1970, recaló en la de Lisboa hasta que, en 1975, es nombrado observador permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa, cargo en el que permanece durante cuatro años y donde es testigo de la incorporación de España a dicho organismo. Monseñor Mullor conoció a Juan Pablo II cuando este era cardenal de Cracovia y él daba sus primeros pasos en la Secretaría de Estado, en tiempos de Juan XXIII.

El 21 de marzo de 1979 es consagrado arzobispo titular de Emérita Augusta por Juan Pablo II y es nombrado nuncio apostólico en Costa de Marfil, Burkina Fasso y Níger. Tras seis años en África, vuelve a Europa en 1985 como observador permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas en Ginebra. En 1991 es nombrado nuncio apostólico en Estonia, Letonia y Lituania. En 1993 organiza la visita del Papa a Estonia y, en 1994, es nombrado arzobispo de Volsinium. En 1997, en plena ebullición del conflicto de Chiapas y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, es nombrado nuncio apostólico de la Santa Sede en México, donde permanece tres años. Normaliza las deterioradas relaciones entre la Iglesia y el Estado mexicano.

En 2000 es nombrado presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica. El papa Benedicto XVI acepta su renuncia por edad de la escuela de formación de diplomáticos vaticanos el 13 de octubre de 2007.