Interpretar las normas

    13 ene 2018 / 10:56 H.

    Jugar deportivamente es hacerlo de acuerdo con las reglas, se ha dicho en más de una ocasión. Más aún, hay otros que afinan más y aseguran que jugar es hacerlo siguiendo la norma de manera que, si alguno no se comportara de ese modo, se podría afirmar que en realidad no está jugando. Leyes y reglamento que son los que legitiman el tinglado. Pero, claro, la cosa no es tan sencilla como puede aparecer a primera vista. De entrada, porque las reglas no pueden prever todos los detalles y circunstancias posibles que puedan darse en una competición y por tanto siempre hay que tener presente un margen de interpretación para esos casos. Y, después, porque las mismas reglas permiten en bastantes ocasiones más de una interpretación. Muy antigua y conocida es aquella teoría del filósofo alemán Max Weber cuando dice que, a la hora de decidir o de conducirse en cualquier ámbito de la vida, hay básicamente dos tipos de orientación personal. Una, que llama “de las convicciones de la propia conciencia”, se da cuando se actúa creyendo que si las consecuencias son malas no es de su responsabilidad: el fanático, obsesionado por la pureza de sus ideales pero ciego a la complejidad de lo real, y el acontecimiento más referido como ejemplo el sitio de la ciudad francesa de Béziers, en 1209, en la cruzada albigense, cuando al general que va a tomar una población para eliminar a los herejes, al no poder distinguirlos de entre la gente, se le dice lo de “matemos a todos que ya Dios distinguirá a los buenos de los malos”. La otra es la llamada “ética de las consecuencias” porque tiene en cuenta lo que podría derivarse de una aplicación estricta y rigorista de la norma. ¿Y qué quiere decir todo esto? Pues que andar por la vida a golpe de estricto reglamento al pie de la letra es seguramente, para muchos, una manera de ser injusto. Luego, en lo de la aplicación de las leyes están también la generosidad, los gestos afables, la nobleza, la elegancia... Cada uno decide su vida y la de sus cosas, pero facilitárselas a los que tienen más dificultad parece digno de encomio y el altruismo siempre es positivo. Hasta, como dicen algunos filósofos, de interés porque, con las vueltas que da la vida, ni se sabe qué vendrá después.