El arte de levitar sobre una moto

El piloto Ángel Bueno fue uno de los pioneros del trial en la provincia. Logró seis campeonatos de Andalucía y compartió cartel con Jordi Tarrés en pruebas mundialistas

23 abr 2016 / 10:31 H.

Cuando era un niño y sus compañeros de clase jugaban al fútbol o el baloncesto soñando con emular a Cruyff o Brabender, al pequeño Ángel le atraían otros mundos alejados del césped y el parqué. “Papá, a mí lo que me gusta son las bicis y las motos”, trasladó una tarde a su progenitor. El “pater familia”, comprensivo siempre con el hijo, satisfizo su deseo de dos ruedas: el pequeño Ángel eligió una bicicleta de trial. Aquel lejano día de finales de los setenta fue la semilla de la que floreció la carrera de Ángel Bueno Díaz (Jaén, 1972), uno de los pioneros de un deporte por entonces casi sin ruido en Jaén, el hombre que allanó los montículos de arena y desgastó las rocas por las que ahora deja grabadas las marcas de sus ruedas el torrecampeño José María Moral, la referencia actual del trial andaluz.

Bueno pertenece a esa estirpe de deportistas con el mérito añadido de robar espacio al papel con una especialidad de segunda fila. Antes de poner a Jaén en el mapa internacional de las dos ruedas despuntó en su infancia en trial bici. Reunía condiciones innatas y gran capacidad de aprendizaje. A los trece años y con varios campeonatos en el bolsillo dio el salto al motociclismo. Su primera montura, una Beta TR-32, se la vendieron dos amigos con quienes compartía la pasión por el trial y que también derrochaban destreza sobre las dos ruedas, los hermanos Valdivielso, Juan Antonio y Rafael (actual delegado de Fomento). La ascensión de Ángel Bueno resultó vertiginosa: conquistó el Campeonato de Andalucía júnior en su primera participación, fue quinto clasificado en el Nacional de la categoría y en su debut como sénior se impuso a otros corredores con más experiencia, incluido el campeón. “Esos fueron los momentos en los que comprendí que podía conseguir algo en el trial”, relata Bueno, al tiempo que destaca la figura de una persona clave en su imparable progresión: “Mi padre. Sin su apoyo no hubiera logrado nada. Me acompañaba en todas las carreras como mochilero”. Bajo la sombra permanente de la figura paterna, Bueno se agigantó sobre la moto hasta alcanzar la cúspide con cinco títulos de Andalucía absolutos, un subcampeonato de España Sénior B e innumerables presencias en pruebas mundialistas. Dominó a golpe de gas el trial andaluz en la década de los noventa y envolvió un sueño de la adolescencia con una capa de realidad: compartir cartel y escenarios con el heptacampeón Jordi Tarrés, además de otros astros de la motocicleta como Marc Colomeras, Amós Bilbao o Albert Cabestany. “Tarrés era la gran referencia, el espejo en el que mirarnos. Fue un honor competir contra él”, precisa.

Su carrera se apagó con antelación, como lo hacen algunas estrellas de rock. Hastiado del sacrificio —hasta ocho horas de entrenamiento al día, con sesiones de piscina, gimnasio y bici—, a los veintiún años aparcó la moto y priorizó su formación personal. Cursó Ingeniería Técnica Industrial. En la actualidad dirige la empresa de Climatización y Frío Industrial Serfri. A medio camino de la elipsis en el tiempo volvió a dejarse seducir por el arte de levitar sobre la moto y el olor a gasolina. Compitió en veteranos y alcanzó el subcampeonato de España en 2008. La última gran muesca de uno de los impulsores del trial en Jaén. El tiempo pasó factura y asomaron los problemas de espalda. “Era el momento de bajarse para siempre”, dice. Verdad a medias. Cuando la agenda le concede una ligera tregua, Ángel Bueno, a sus cuarenta y dos años, monta la Sherco y da saltos hacia el pasado. Como en los tiempos de gloria y con el recuerdo perenne del mochilero eterno. Por maldades del destino, su padre, la persona que más influyó en su legado, perdió la vida en un accidente de bicicleta de montaña.