Un crítico enamorado de su oficio

El marteño Javier Ocaña lleva veinte años vinculado al periodismo cinematográfico

30 ene 2017 / 20:56 H.

El maravilloso Nighthawks de Edward Hooper, que tanto inspiró a Alfred Hitchcock y otros directores del “noir” o Cábinas telefónicas de Richard Estes —uno de los maestros que, desde la pintura, avanzaron la posmodernidad, ese periodo histórico “líquido” de las artes del que hablaba Zygmunt Bauman—, cuelgan en el salón del crítico de cine marteño Javier Ocaña, un enamorado del séptimo arte pero tambien de la literatura, el teatro o la pintura, pues, como reconoce, un buen crítico ha de saber un poco de todo: “Para ser bueno en este oficio has de conocer más de cine que los demás, saber de historia de la humanidad, controlar el lenguaje cinematográfico y dominar disciplinas complementarias como la pintura, la música, la filosofía o la estética”, dice.

Ocaña partió de Martos rumbo a Granada, donde hizo Derecho, pero tras terminar la carrera se dirigió hacia el periodismo. Fue admitido en un máster del diario “El País”, y empezó a elaborar redacciones sobre teatro y cine. “Ahí, que podía haber acabado escribiendo de noticias jurídicas o de tribunales, empiezo a destacar entre los demás escribiendo de cine y de cultura en general”, reconoce. En este contexto realizó las prácticas en el suplemento El País Semanal y pasó a disfrutar de una beca en la conocida revista Cinemanía. En este punto comenzó su meteórico crecimiento en la redacción con piezas sobre el cine, pues pasa de ser un becario a, diez años después, abandonar la revista del grupo Prisa como subdirector, en 2007. Cuatro años atrás, Ocaña empezó a escribir críticas de cine en El País, oficio por el que hoy tiene reconocido prestigio entre los amantes del arte que inventaron los hermanos Lumiere, y acumula ya trece años y medio allí. Además, el marteño, en estoas dos décadas transcurridas desde que empezó en el periodismo, ha trabajado en radio y televisión. Concretamente, es colaborador del programa Historia de nuestro cine, emitido por La 2.

Pese a haber disfrutado los tres principales medios, reconoce preferir la prensa: “Me siento más cómodo escribiendo. En radio y tele, con el transcurso del tiempo, me acabo sintiendo cómodo, pero en la soledad de mi casa, pudiendo pensar todo de forma más calmada, pudiendo borrar, repensarlo todo dos veces, sin la inmediatez de radio y tele, estoy más tranquilo. Aun así, yo me lo paso muy bien en Historia de nuestro cine, sobre todo en los coloquios”, asevera. En el plató de la cadena nacional ha recomendado el visionado de varias de las mejores películas de la historia de la cinematografía nacional y ha hablado de directores como el recientemente fallecido Miguel Picazo, de Cazorla: “Tiene una gran obra maestra como es La tía tula, que es comprensible para todo el mundo y accesible, porque muestra lo que es España, nuestra España de los años 60, aunque la novela estaba ambientada mucho atrás, pero él la cambia. Luego tiene una carrera en la industria algo irregular pero es importantísimo en ese cine español de la época donde estaban Mario Camus, Basilio Martín Patino o Carlos Saura”, dice. Asimismo, celebra las dotes interpretativas de dos grandes actrices jiennenses como son Natalia de Molina e Inma Cuesta, cuyos inicios define como “interesantes”.

Eso sí, si tuviera que recomendar una película a los lectores de Diario JAÉN también tiene claro cúal sería. Luis García Berlanga, probablemente, un director que supo entender la España que brotaba en los primeros años del régimen franquista, es su elegido: “Recomendaría Plácido o El verdugo, porque me parecen que son las mejores, las que dicen quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Es de hace 60 años, pero son absolutamente modernas, atrevidas e insólitas”, asegura. Ambas cintas, de 1961 y 1963, respectivamente, forman parte de la inmensa colección de Ocaña, donde también están otros filmes que tienen como tema el periodismo: “Sobre este oficio, aconsejaría ver Todos los hombres del presidente o la más actual Spotlight, pero luego también otras muy buenas como El año que vivimos peligrosamente, de Peter Weir, o Los gritos del silencio, de Roland Joffé”, afirma.

Por tanto, un hombre afortunadamente atareado que, ademas de las críticas cinematográficas y sus colaboraciones televisivas, enseña cine en la Universidad: “La docencia es lo que más me satisface porque es donde menos presión tengo. En clase me siento seguro, razonablemente espontáneo y me lo paso muy bien”, confirma el multifacético periodista. Tantas obligaciones le impiden volver a Martos como él quisiera. Eso sí, siempre encuentra un hueco en Navidad, Semana Santa y durante el verano para viajar, aunque sea unos pocos días, al mar de olivos: “Echo de menos muchas cosas de la provincia y Martos; para empezar, a mis padres y hermana, que allí viven. Siempre tengo mono de ir y cuando lo hago, me siento genial”, dice. Sin duda, como el protagonista de Paterson, un hombre normal que es feliz con su familia, su trabajo y sus quehaceres diarios.