Un castillero que recorre el mundo

Daniel Anguita y Mimi Mrarikova escriben una guía basada en la filosofía del “slow travel”

10 oct 2018 / 11:20 H.

La curiosidad le llevó a dejarlo un día y salir de Castillo de Locubín para conocer el mundo. Así comenzó la aventura de Daniel Anguita, quien encontró en el arte de viajar el vocablo inglés “slow travel”, que significa “viaje sin prisas”. En esta línea, el jiennense apuntó: “Hace seis años conocí a mi pareja, Mimi Mrazikova, con la que decidí irme fuera y hacer un turismo diferente. Consistió en pasar largas temporadas en algunos países para conocer su cultura y gastronomía. Empezamos por India y seguimos por otros continentes. Así, buscamos trabajo en esos sitios y, tras ahorra, un poco, volvíamos a cambiar de destino”.

Esta aventura les llevó a un proyecto mayor, esta vez encerrado bajo las tapas de un libro, una guía en la que los viajeros no solo plasmaron su experiencia sino, además, una filosofía de vida. “De cada viaje, tenemos un diario donde reflejamos nuestras vivencias y anécdotas. Un día, conocimos a una chica que trabaja en la editorial libros.com y nos hizo la oferta de plasmarlo por escrito. El proyecto estuvo unido al micromecenazgo, a través del cual los usuarios donan una cantidad a cambio de algún privilegio. El objetivo era de 4.000 euros, cantidad que acabamos de superar. Estamos muy emocionados”, indicó Anguita.

Así, países como India, Maldivas, Malasia, Australia, Italia o Ucrania aparecen reflejados entre las páginas de Slow travel, el arte de viaje despacito, una obra que pronto verá la luz. “Nos hemos desplazado con muy poco presupuesto, casi a modo de ‘mochileo’. El libro está dividido en dos partes. En la primera, se explica el concepto del ‘slow travel’, que está ahora muy en auge. Contamos cómo viajamos, los sitios a dónde vamos y nuestra forma de buscar los vuelos. La segunda parte versa sobre nuestras experiencias en esos países. Cuenta, también, con un anecdotario donde se recogen determinados tipos de situaciones que nos ayudaron a crecer”, destacó el castillero.

El libro, que está contado en primera persona, ofrece consejos, como tener mucha paciencia y tiempo para planificar bien cada viaje. Este concepto, según dijo el viajero, no significa irse al lugar más perdido del mundo. En esta línea, recalcó: “Es algo que se puede hacer en el pueblo de al lado. Trata de preguntar a la gente que vive allí y abrir la mente, las manos y el corazón. Si alguien va, por ejemplo, a Castillo de Locubín, debe confiar en sus vecinos. Ellos mejor que nadie conocen su tierra. Hay que romper estereotipos y confiar. Eso es vital. La mayoría de las personas, sobre todo, de sitios pequeños, están encantadas de enseñar a los de fuera qué hacen, qué comen o qué actividades realizan durante el día. En Italia, por ejemplo, hicimos un recorrido a pie con una tienda de campaña. Muchas personas nos invitaron a comer, ¡y dormimos hasta en monasterios! Hay gente muy hospitalaria. Es como volver a creer en la humanidad”.

Esta guía no es una historia real basada en recomendaciones. Versa sobre una experiencia que trasciende el papel y ofrece las alas que muchos necesitan a la hora de organizar un viaje. Lejos de las redes sociales y el móvil, el verdadero “slow traveller” está abierto a conocer y respetar por dónde va. “Cada uno debe descubrir, por sí mismo, los lugares que visita, sin que nadie avance nada. Para eso están las agencias. Viajar es una aventura en la que dejarse llevar, una conexión con la gente y los lugares. Esa es la filosofía de este libro”, concluyo Anguita.