Tomás Fernández da color al disco de Electric Belt

El pintor y la banda jiennense demuestran su mutua admiración en su último trabajo

13 mar 2019 / 16:14 H.

El pintor jiennense Tomás Fernández se deja arrastrar por el “blues sucio y denso, el rock crudo y espeso, la psicodelia escapista y costumbrista, la cerveza artesana, patadas en el suelo y gritos en el desierto”. Así define la banda, también jiennense, Electric Belt su último trabajo Never seen the devil, un disco compuesto por seis desgarradores temas.

El artista se deshace en halagos a la hora de hablar de estos músicos y se define como un apasionado de todos los géneros del mundo. “Sin la compañía de la música yo no sería capaz de pintar”, asevera. Fernández, que recibió el encargo de esta banda para crear la portada del álbum, afirma que aceptó desde el primer momento “encantado, porque sabía que ellos me iban a dar mucho a mí. Han respetado tanto a mi persona como a mi obra e incluso no han puesto el nombre del disco por fuera para respetar la pintura”, explica.

El autor recomienda “a todo el mundo” el último trabajo musical del grupo jiennense, pero asegura que el hecho de ser de esta provincia “es una lástima”. “Me da pena que esta gente tan buena sea de Jaén, porque en este lugar se maltrata a los artistas y es un revienta genios. Estoy convencido de que si fueran de otra gran ciudad estarían ya más que lanzados”, reivindica Fernández sobre la diferencia de oportunidades para la cultura en general. No obstante, el pintor manifiesta que es “un auténtico placer” sumergirse en el blues de estos jóvenes. “Creo que los cantantes de este género tan importante tienen que quemarse la voz hasta la saciedad para llegar a transmitir todo lo que tienen y este vocalista lo ha conseguido. Es el disco más redondo que he escuchado últimamente”, afirma.

La pintura del autor de la capital recrea de un modo abstracto y con la firma de Fernández las raíces del verdadero blues norteamericano. “Este género musical representa el dolor de aquellas pobres almas que no paraban de recibir palizas y su único consuelo era juntarse en un garito por las noches con una guitarra para crear auténticas maravillas. Los dragones de la obra representan esa opresión. Todo lo demás es el sentimiento que me despierta una música que tiene que llegar al alma para saber a ciencia cierta que es pureza”, explica. El autor trabaja mucho tanto la psicodelia como el surrealismo, por lo que manifiesta que se dejó llevar completamente por la música a la hora de ponerse a trabajar. “Simplemente lo que suelto es lo que pienso y lo que me está dando esa melodía, por lo que aquí se ven reflejados todos los sentimientos que me atraviesan por dentro en ese momento”, argumenta.