Sinfonía para la historia

La Catedral de Jaén acogió un concierto que hizo las delicias de los asistentes al espectáculo

11 nov 2018 / 11:21 H.

Eran exactamente las 20:37 horas del viernes 9 de noviembre, cuando un enfermo de la música, que es como me lo definió un buen amigo contrabajista, bajó la mano derecha para dar entrada a ritmo de tres por cuatro a la “delicatessen” con la que decidió comenzar el acto: Plaza de Santa María. Es una obra para orquesta de solo cuatro minutos, pero muy intensos, en la que recrea los paseos de antaño por dicha plaza. La cuerda te envuelve como si fueran olas que te arrastran hacia otra dimensión. Esta carta de presentación nos sitúa claramente ante quien estamos. Antiguamente, los grandes músicos, por todos conocidos, eran los clásicos compositores, actualmente son los compositores de la industria cinematográfica los que crean joyas que dan vida a las imágenes de las producciones. En solo cuatro minutos nos traslada en el tiempo, conformándonos una serie de imágenes de nuestro Jaén antiguo. Parece estar hecha para un anuncio de turismo de nuestra provincia. Seguidamente, se incorporó el coro, con lo que se juntaron más de 70 músicos entre cantores e instrumentistas. Hay que destacar que la orquesta está creada para esta producción, mientras el coro Ciudad de Jaén, dirigido por Ángel Luís Molina, era quien ponía las voces. Interpretaron un credo de una misa compuesta por él. Tras este aperitivo comenzó su Sinfonía Vandelvira. Esta obra está compuesta para coro y orquesta y se divide en cuatro movimientos. El primero, “La cantería”, refleja los sonidos y las voces que se escuchaban en una cantería, recordando la etapa de aprendizaje del genial arquitecto. El segundo movimiento, “El arquitecto”, está inspirado en la etapa en la que el joven arquitecto sale a comerse el mudo; alegría, energía, atrevimiento, aunque con sus momentos de duda. El tercer movimiento, “El hogar y el amor”, nos retrata su vida en Villacarrillo, donde tiene su hogar junto a su esposa e hijos, realizando un guiño al bolero de Villacarrillo. El cuarto movimiento, “La gran obra: la Catedral”, nos traslada a la época renacentista, con los metales como protagonistas, queriendo evocar la ilusión de un pueblo cuando ve terminada la obra por la que han puesto tanta ilusión y esfuerzo. Eran exactamente las 21:48 horas cuando el público se puso en pie para rendirse ante esta obra, compuesta por un loco nacido en la Alameda. Desde que Juan Manuel de la Puente, maestro de capilla que tuvo nuestra Catedral en el siglo XVIII, interpretase las joyas que se encuentran en los archivos catedralicios, no ha habido nadie que se haya atrevido a realizar obras del calibre de las que nos está regalando Rogelio. Para componer una sola de estas líneas, aparte de tener intuición, conocimientos y una cabeza portentosa para las matemáticas, hay que tener gusto y una mente que no se conforme con lo establecido, y os puedo asegurar que este señor la tiene. A este trabajador incansable, que saca tiempo para dirigir a Celtipatía, al coro Ensemble Vocal Jazzi, Apache sinfónico, y ser director musical de Acrobalia y de Woman & Four, parece que ya le van llegando reconocimientos, habiendo recibido recientemente, por parte de Colegio de Arquitectos de Jaén, la medalla de plata de mencionado colegio y la insignia del Consejo Andaluz del Colegio de Arquitectos. Desde aquí no puedo más que desear que Vandelvira lo guíe y le sirva de buque insignia para que nuestro paisano sea reconocido como se merece.