“Mamá, me gustaría ser actriz”

La linarense Ana Aránega protagoniza la última película del catalán Manuel Polls

19 jun 2016 / 11:09 H.

Era un día cualquiera en el campus de la Universidad de Jaén. Ahí estaba el director de cine catalán, Manuel Polls Pelaz, con uno de esos trabajos de “venta ambulante” que le tocó hacer para intentar mantener vivo el colectivo Guadalcine. De repente, se topó con Ana Aránega, una actriz de Linares, cuya simpatía le enamoró. Supo, desde el primer momento —confiesa el director— que sería perfecta para su próximo proyecto cinematográfico. Y así fue. La jiennense es la intérprete femenina principal del filme, junto al actor Hermann Bonnín. La película titulada Antonio, el Demiurgo se acaba de presentarse en Granada, donde fue alabada por la crítica.

Aún recuerda ese primer videoclip de música con el que se inició en el mundo audiovisual. Mucho ha llovido desde entonces, afirma la linarense, que añade que encontrarse con Manuel Polls le ha supuesto una nueva puerta hacia el apasionante mundo del cine con una maravillosa película con tintes poéticos. “Es un apasionante filme donde muestra una realidad mágica y única, mística y llena de misterios con vidas entrelazadas. Es una película que no deja indiferente, que invita a la intromisión y a la crítica, ambientada en una época anterior, pero con temas de actualidad, cerrar el pasado para construir el futuro”, explica Ana Aránega, sobre el largometraje, y añade que está filmada en Barcelona. En el montaje, la actriz linarense guía una historia que gira en torno al mercado de San Antonio, el más importante de la Ciudad Condal, un texto con el que da a conocer un universo mágico y repleto de personajes —participan los propios vecinos del barrio— y vidas diferentes a través de los libros, sus reflexiones y recuerdos. “La película tiene una dimensión antropológica, es el retrato de una serie de oficios y personas que se están extinguiendo”, reflexiona, también, Polls, que desvela algunos detalles sobre el rodaje con la actriz linarense: “El libro fetiche de Ana Aránega durante el film, que leyó espléndidamente en las diferentes secuencias, fue el del malogrado escritor polaco Bruno Schulz: Las tiendas de color canela, que fuimos trabajando paulatinamente en sucesivos ensayos para suavizar el acento andaluz, sin perder el tono de su voz, muy musical, absolutamente encantadora y ‘fotogénica’. Con Hermann se divertían mucho durante el rodaje, y creo que para Ana este bautizo cinematográfico tiene que haber sido muy enriquecedor”.

Asimismo, el director de cine desvela la anécdota qué le llevó definitivamente a confiar en el trabajo de la actriz linarense: “Quedamos para hacerle unas pruebas de cámara en Granada. Vino y las pruebas salieron muy bien, pero aún no le había dado el sí definitivo. Se nos hice tarde aquel día de invierno y cayó la noche, ella había perdido el último autobús de regreso pero quería volver a Jaén, y decidí acompañarla en coche. Con el viejo Seat 127 que ya había aparecido en un film mío anterior Recuerdos de un Olvido. Viajábamos hacia Jaén por la autovía cuando el motor empezó a fallar a causa de una fuerte nevada: ¡No conseguí arrancarlo de nuevo! Tuvo que venir la Guardia Civil y la grúa. Casi nos helamos pero Ana lo resistió todo estoicamente y con humor. Fue entonces cuando consideré que estaba preparada para un rodaje duro y lleno de incomodidades, como previsiblemente sería el nuestro”. Y claro que estaba preparada, porque aunque estudió Filología Inglesa y Turismo, Ana Aránega lo tenía y tiene aún más claro. “Si las experiencias igualan o superan las ya vividas, sin duda, me encantaría dedicarme de lleno al cine”, confiesa. Por el momento, solo piensa las alegrías que le ha dado y le sigue otorgando este trabajo, con el que espera venir a Jaén. “Sería un orgullo que mis paisanos conociesen la cinta en la que he tenido la suerte de participar”.