Lleno hasta la bandera en la Plaza de Toros

16 may 2019 / 16:51 H.

Madrid, Bilbao, Valencia, Barcelona y... Úbeda son los cinco destinos de la gira que la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba está realizando por España para conmemorar el sesenta aniversario de su constitución como tal (porque sus orígenes se remontan a 1924, en que se fundó su antecesora, la Orquesta Filarmónica de la Habana, siendo su primer director el olvidado músico donostiarra Pedro Sanjuán). A este homenaje se ha querido sumar el célebre cantautor Silvio Rodríguez, con lo que el ya de por sí importante aliciente de la visita de la veterana orquesta se ha visto francamente favorecido con la presencia del trovador cubano.

Y uno, que ve los lugares que va a tocar esta tounée de los artistas caribeños, y que no son sino las capitales más importantes de España —con el permiso, claro, de la ausente Sevilla—, y que ama su tierra y su festival, no puede menos que decir, bien en alto, refiriéndose a ambos, lo mismo que el bufón Rigoletto en la homónima ópera de Giuseppe Verdi: “Oh, come invero qui grande mi sento!” (¡Oh, realmente, qué grande me siento aquí!). Porque después de ver el desarrollo del concierto en esa abarrotada plaza de toros, 3.500 personas, que podrían haber sido muchas más pero ya no había espacio material, aclamando y vitoreando a la Orquesta y demás artistas intervinientes; saber que venían de Bilbao, de desbordar el Palacio Euskalduna, que han actuado en Barcelona, lo que ha motivado que el “Canal 24 horas”, de TVE, le dedicara un sustancioso espacio entre sus noticias, con entrevistas a Silvio Rodríguez y al director de la Orquesta, maestro Enrique Pérez Mesa, y que le esperan expectantes Valencia y Madrid... Uno —como decía— no deja de ver a este Festival como un “grande entre gigantes”, como una plaza de primera categoría, una vez más; y ya va un verdadero montón a lo largo de su historia, y varias, incluso, en este mismo año.

La Orquesta Nacional de Cuba, a las órdenes del citado maestro Pérez Mesa propuso un programa en varias partes bien definidas. La primera, con autores de la vanguardia cubana, incluyó el Preludio de “Penthesilea”, de Carlos Fariñas (1934-2002), músico perteneciente a la generación de Leo Brouwer (de quien hablamos hace unas fechas al hacer crónica del recital del guitarrista Joaquín Clerch, que le homenajeó en su 80 cumpleaños). La pieza de Fariñas, muy en el estilo de los compositores centroamericanos como Silvestre Revueltas o Carlos Chávez, por su aire indigenista, y deudora, también, como todos ellos, de la polirritmia de Igor Strawinsky, es una obra de gran fuerza y dramatismo, con un muy variado e intenso protagonismo de los instrumentos de percusión. A continuación, y para terminar esta primera parte, escuchamos el “Concierto de Otoño”, para flauta y cuerdas, del también mencionado Joaquín Clerch (n. 1965), obra muy distinta a la anterior, de curso mucho más largo en sus tres movimientos, y en la que se trata al instrumento solista como un elemento más de la orquesta, mezclándolo con ella y tasando mucho las intervenciones “a solo”. Fue brillante intérprete solista del mismo la flautista Niurka González, esposa de Silvio Rodríguez.

La segunda parte tuvo, a su vez, dos claras secciones. La primera, dedicada a la música española, en un homenaje al centenario del estreno de “El sombrero de tres picos”, de Manuel de Falla, del que se interpretó la Suite número 1, compuesta por “Los vecinos”, “Danza del molinero” y “Danza final”, piezas muy brillantes que provocaron multitud de aplausos en el público asistente... aplausos que se volvieron una verdadera tempestad cuando, a continuación, apareció Silvio Rodríguez para cantar, según rezaba el programa, cinco de sus canciones, arregladas para acompañamiento orquestal por Jorge Aragón, músico cubano que le viene acompañando en sus últimos recitales. Estas canciones fueron, por este orden, “Pequeña serenata diurna”, “La era está pariendo un corazón”, “Ángel para un final”, “Jugábamos a Dios” y “El necio”. El delirio admirado de la gente era notorio. Y tantos aplausos hicieron que el cantautor saliera a saludar repetidas veces y, finalmente, regalara algunas canciones más. “Hoy es mi deber”, acompañado ya al piano por Jorge Aragón, “Historia de la silla”, en la que se acompañó de una guitarra construida por el luthier granadino Paco Santiago Marín, según nos contó a los presentes el propio Silvio, pidiendo al público un aplauso para él. Y, finalmente, el poeta y cantante, remató su intervención con su célebre “Te amaré”. Aunque se le pidió insistentemente alguna más, ahí quedó la cosa, pues el gran trovador cubano no quiso restar más protagonismo a la Orquesta Sinfónica Nacional.

Esta emprendió la tercera y última parte del programa con dos obras de sendos compositores de la tierra, un poco más dirigidos en sus obras a las raíces étnicas de la música cubana: el también director de orquesta Guido López-Gavilán (n. 1944), del que se interpretó su obra “Guaguancó” y el tristemente muerto en plena juventud por una mano asesina, Alejandro García Caturla (1904-1940), de quien escuchamos su “Danzón”. Fuera de programa, y en olor de triunfo totalmente merecido y evidente, la Orquesta interpretó la “Danza del fuego”, de “El amor brujo”, de Falla y, para terminar este histórico concierto, la “Contradanza” de la zarzuela cubana “Cecilia Valdés” de Gonzalo Roig (1890-1970). Una gran noche en la que Úbeda estuvo, una vez más, a la altura de las grandes capitales de la cultura española.