La sombra de las bestias

29 nov 2016 / 12:38 H.

El teatro de la conciencia, aquel que enfoca su espectáculo para lograr que permanezca en la memoria de la humanidad un episodio atroz, un capítulo de la vergüenza humana, un episodio que nos pone frente al rostro de nuestra peor condición animal, encuentra en este trabajo propuesto por el Centro Dramático Nacional un soporte artístico profundo y desgarrado. Su argumento se centra en la inhumana experiencia de los españoles que huyeron de la barbarie a la que dio pie nuestra guerra civil, con ideología o sin ella, y el inicio posterior del negro periodo de la dictadura franquista. El viaje de los exiliados pasó por distintos territorios europeos, hasta que dieron con la última parada en el campo de concentración de Mauthausen y centros adyacentes. Dicen los datos históricos que fueron más de siete mil, de los que atravesaron los pirineos con la esperanza puesta en un regreso cercano, los que acabaron en tan macabro destino. El triángulo azul, título asimismo de este excelente montaje teatral, era el distintivo con el que señalaban a los apátridas. Otro debieron recibir los nuestros, como ciudadanos de un país amigo de los nazis, pero la postura de Franco fue la de desentenderse de ellos y dejarlos en manos de las SS alemanas. En este episodio vergonzoso de la humanidad, en este capítulo vivido por ciudadanos españoles en los campos de concentración alemanes, es en el que El triángulo azul desarrolla su argumento. Lo hace tocando la conciencia, situando en la memoria colectiva hechos y vidas que han perdido el anonimato gracias a trabajos como este. La intensidad emotiva, la dureza de la realidad narrada se rompen con fragmentos esperpénticos que logran un aumento dramático sobre el hecho en sí. No hay destacados intérpretes, porque todos en su conjunto logran dar vida al personaje miserable que se enfrenta a la muerte. Como un elemento más de la interpretación, el espacio escénico da vida a la miseria, la locura, el hambre, las distintas maneras de morir de los condenados que participan en el diabólico plan de aniquilación del más débil. En la dirección se tejen los hilos con los que se escribe este retrato de la crueldad. En ella recae el canto unísono de todos los actores, en ella se modera la intensidad de un argumento duro de asimilar por el público, en ella se hace visible la utilidad del teatro como denuncia de fragmentos históricos que huyen de la pretendida omisión histórica, porque un episodio así no debe ser nunca dejado en el olvido. El triángulo azul es un relato incómodo grabado con vidas personales, que gritan a través de los años para evitar ser expulsadas de ese rincón que, en nuestra memoria, reaviva la justicia social.