La musa de Modigliani que se enamoró de los olivares jiennenses

La pintora británica conoció Quesada de mano de su amigo Zabaleta y disfrutó de largas temporadas en Beas

09 sep 2016 / 12:15 H.

Alta, encorvada, vestida de negro, con medias grises, pañuelo al cuello, boina y siempre con un cigarro entre los dedos. Pero, sobre todo, muy libre. Una mujer difícil de olvidar. En Quesada y Beas de Segura, no lo han hecho más de cuatro décadas después. Freda Marjorie Clarance Lamb (Londres 1899), o lo que es más sencillo, Beppo, fue una pintora británica que pasó los años de su juventud en el París de la Belle Époque, en su barrio de Montparnasse, el la bohemia, el de Picasso, Leger y Modigliani. Íntima amiga de este último, llegó a posar para él como modelo. En la Ciudad del Amor, también encontraría al que fue su marido, el pintor y príncipe tunecino Abdul Wahab. Juntos, en 1932, se trasladaron a España.

Viviría en Sevilla aquellos años y fascinada por el flamenco, se empapó de este arte, rodeada nuevamente de artistas como El Gallina y Antonio Mairena. Con la Guerra Civil tuvo que dejar el país hasta 1939, pero ya no lo abandonaría más hasta su muerte. Instalada en la posguerra en Madrid, frecuentaba las tertulias del Café Gijón. Allí conocería a dos de sus grandes amigos, los que fueron la puerta de su amada Andalucía, de Jaén y Córdoba: Rafael Zabaleta y Pedro Bueno. Más tarde, en los cursos de verano en Santander, también coincidiría con otro pintor jiennense, Miguel Viribay, con quien hizo amistad: “Fue una de las figuras más destacadas en los mentideros del arte en la posguerra. Fue una mujer culta, fina y algo maniática, con una pintura muy digna”. Pero fue con el quesadeño Zabaleta con quien pisó, por primera vez, el mar de olivos. La acuarelista se prendó de este paisaje y lo llevó una y otra vez a sus obras.

Aquellos viajes con el pintor a Quesada se quedaron muy grabados en sus vecinos más longevos. “No existen muchas referencias escritas, sí conservamos alguna foto con Zabaleta, cartas y postales que se intercambiaban”, explica Rosa Valiente, directora del museo del pintor. “Era una mujer con un aire excéntrico y bohemio. Con su boina y su cigarro, entraba sola a las tabernas, lo que escandalizaba en la época. Fue una mujer muy libre”, describe. Entre su legado, existen acuarelas que pintó en este rincón de la Sierra de Cazorla. “Cuando murió Zabaleta, participó con una de sus obras en una exposición en su homenaje que organizaron sus amigos artistas entre junio y julio de 1961”, recuerda.

Fallecido su amigo, ella no volvería a Quesada, pero nunca se alejó del mar de olivos. Al tiempo que conocía Jaén, también viajaba a Villa del Río, en Córdoba, con el pintor Pedro Bueno. De hecho, como fue su voluntad, en este rincón de la provincia vecina se conserva su legado pictórico. Allí, a principios de este siglo, se abrió un museo con su nombre y el de su marido. Es en el Centro Cultural “Casa de las Cadenas” donde se conservan sus cuadros y hasta dos dibujos de Modigliani, como recuerda Eleuterio Calleja, presidente de la Asociación Cultural “Pintor Pedro Bueno. Paleta Azul”. Y desde allí, gracias a la colaboración de su Ayuntamiento y a Antonio Lara, Toni, uno de los mayores estudiosos y divulgadores de la figura de Beppo, parte de este legado llegará a Beas de Segura, el otro trocito de Jaén que ocupó un lugar muy importante en la vida de la pintora.

Será con una exposición que se inaugurará el próximo 16 de septiembre, en la Casa de la Audiencia. José Miguel Fernández es el comisario y trabaja incansablemente, desde los últimos meses, para revivir la memoria de la pintora inglesa en Beas de Segura. Allí, se podrá ver más de una veintena de sus obras, las acuarelas donde plasmó los olivares de Beas y otros de La Puerta y Chiclana y objetos tan personales como copias fotográficas de época de Beppo con sus amigos, su boina roja tan característica y una carta manuscrita que Beppo escribía desde la terraza del Casino, mientras se alojaba en la Pensión Cristina. Esta exposición se llamará Los olivares de Julián Avilés en los ojos de Beppo, la pintora inglesa.

Y este título recoge la clave de cómo llegó Beppo a Beas. “Julián Avilés y ella se conocieron en Madrid. Él era productor en RTVE y coincidieron en una entrevista. Fueron grandes amigos hasta su muerte. Él la invitó a que viniera a su pueblo para pintar los olivos que él tenía”, explica José Miguel Fernández. Y a aquella primera vez, decenas la siguieron. El comisario, que apenas recuerda personalmente el paso de Beppo por Beas, ha indagado en la memoria de los vecinos y en los documentos. “Muchos fueron los veranos que Beppo pasó en Beas de Segura pintando sus olivares y disfrutando de los hombres sencillos, con los que le gustaba conversar en tabernas como la de Minuesa o El Mochuelo. Además de hospedarse en casa de Julián, solía quedarse en la fonda de El Murciano o en la Pensión Cristina”, relata. De aquella época es una carta en la que decía: “Beas de Segura es un pueblo que conozco desde hace muchos años, siempre vuelvo. Es precioso, con un paseo-jardín delicioso con patos y palomas blancas rodeado por lomos de tierra roja y olivos [...] Estoy muy contenta aquí, es una verdadera cura para los nervios”. “Esta exposición será una forma de mantener su huella viva en Beas, que las generaciones más jóvenes la conozcan”, asegura.

Beppo fallece en Madrid el 5 de febrero de 1989 y deja escrita una pequeña cuartilla destinada a su amigo Julián Avilés, que debía ser el encargado de que se hiciera cumplir su última voluntad. Sus cenizas fueron esparcidas alrededor del olivo que le habían regalado cerca de Beas, en el término de Chiclana de Segura.