Versos cargados de añoranza

Aveces, los poetas, como los héroes clásicos, sufren la travesía del desierto y sus poemas duermen, en silencio, el sueño de los justos o, en el peor de los casos, del olvido, que es una suerte de alzhéimer con desdén.
Al poeta Pedro Luis Casanova le ha ocurrido algo así. Tras 13 años en el dique seco, como puso de manifiesto Juan Manuel Molina Damiani en la presentación del autor, finalmente, Ediciones La Isla de Sistolá vio en su tercer poemario, Fósforo blanco, una perita en dulce que había que sacarla a la luz sin demora para disfrute de los amantes de la poesía, que, aunque no son legión, al menos gozan con lo bueno.

27 nov 2015 / 11:30 H.


El libro fue presentado en la Biblioteca Provincial en un acto organizado por el Centro Andaluz de las Letras. El título, Fósforo blanco, es una especie de deformación profesional, que el autor aclara: “Yo soy químico, pero no hace falta serlo para darse cuenta de que el fósforo blanco es una sustancia que se emplea en el armamento pesado para generar más destrucción”. Y añade: “En este caso, fósforo blanco es una metáfora de la conducta poética como un comportamiento abrasivo. La poesía, cuando se deja atravesar por una oscuridad que quema, acaba generando revelaciones que son difíciles de sostener con un lenguaje que necesita de la poesía para tener su ser en el ámbito público de las palabras”. El libro no gira en torno una temática concreta, porque cada poema marca su propio destino: “Cuando empiezo a escribir sobre algún instante de la realidad y al final el poema cambia y es lo contrario, o atraviesa territorios que no esperaba uno en el instante inicial de la creación”. El libro está estructurado en tres partes. Una titulada “Voy a enseñar mi dentadura”, que es uno de los versos. Trata de Jaén como un símbolo de la ciudad que cualquier ciudadano del mundo aspira a encontrar.
La segunda parte, titulada Cuerpo raso, es la presencia alucinatoria de una ciudad perdida, ya que el autor tiene que marcharse fuera unos años y expresa vivencias alucinadas de esa ciudad que se ha perdido a causa del desarraigo. Surge el paisaje de lo que ha sido abolido en los territorios de la inocencia. En la tercera parte el poeta intenta responder a la pregunta de por qué escribe. Ese por qué acaba generando una revelación poética.