“Habrá elecciones en la Cofradía de la Virgen de la Cabeza”

Amadeo Rodríguez Magro

30 oct 2017 / 21:28 H.

Estrena su segundo curso diocesano como obispo de Jaén con la ilusión del primero y con un amplio y detallado conocimiento de la vida parroquial de una tierra que siente ya como suya. Amadeo Rodríguez Magro (San Jorge del Alor, Badajoz, 1946) abre las puertas de su despacho con la sonrisa que le caracteriza. La Catedral es el telón de fondo donde transcurre una entrevista en la que se aprecia la sabiduría de un pastor que en ningún momento deja de ser un ciudadano más.

—Hace justo un año y medio que llegó a la provincia. ¿Puede usted dar fe de que a quien Dios quiso bien, casa le dio en Jaén?

—Sí, completamente. Hace pocos días estuve en Roma en una peregrinación y le dije al Papa: Gracias, Santo Padre, por el regalo que me has hecho en estos últimos años de mi ministerio episcopal, porque la Diócesis de Jaén es un verdadero regalo. Es la voluntad de Dios, que me quiso bien y me dio casa en Jaén.

—Dicen que todo esfuerzo tiene su recompensa.

—Sí. Nosotros aceptamos esto con mucha naturalidad, aunque también con dolor. Yo quería mucho Plasencia, Plasencia también a mí, pero ya me siento andaluz y jiennense. Mis compañeros, los obispos del sur de Andalucía, se extrañan porque, con el poco tiempo que llevo, presumo mucho de Jaén. Me siento de aquí.

—En tan poco tiempo puede presumir de haber recorrido la provincia. ¿Qué conoce de ella?

—Lo primero que se graba en la retina es el mar de olivos, que lo conozco en su belleza, en su riqueza y en su monotonía. Lo digo con simpatía. Los que somos de otras tierras echamos de menos también otros paisajes. Pero, claro, esto queda compensado con parques naturales bellísimos.

—¿Cómo ve al pueblo jiennense? —Acogedor. Trato a mucha gente y no puedo hacer distinciones. Todos son muy acogedores.

—¿Y la Diócesis de Jaén?

—Es muy homogénea, está muy bien organizada, tengo que decir que el trabajo de mis antecesores está muy bien hecho y yo lo único que he venido es un poco a mover a la gente y a las parroquias con actividades. Se puede hacer todo, porque todo tiene buena acogida gracias a que había una estructura de Iglesia creada francamente muy buena.

—¿En qué situación se encuentra la economía de la Diócesis?

—La Diócesis de Jaén es rica en personas y en cristianos y, económicamente, vamos tirando. Lo más importante es el IRPF. Yo digo a todos los jiennenses que nos sigan ayudando y apoyando porque lo necesitamos y, además, porque es una obligación de todo cristiano sostener la actividad y la vida de la Iglesia. Aprovecho para hacer un llamamiento para que nos ayuden de verdad. Yo tengo un criterio: la Iglesia no debe acumular capital, lo que tenga en sus manos tiene que ser para usarlo para el servicio de mantenimiento, y si sobra tiene que ser para los pobres. Hay que cuidar nuestro patrimonio, algo que, por cierto, aquí se hace muy bien, porque las parroquias están perfectamente cuidadas.

—¿Es solidario el pueblo jiennense a través de la Iglesia?

—Sí. Cáritas es la Iglesia y, en este sentido, es extraordinariamente activa y creativa en el día a día y en los momentos especiales. Todos sabemos la labor de acogida que realiza en la campaña de aceituna. Hay trabajo que se ve y mucho que no se ve.

—¿Le preocupa la merma de las vocaciones en el sacerdocio?

—Es mi gran preocupación. Lo que pasa es que no tenemos mucha solución, porque no depende de nosotros, sino de que el Señor llame y de que los jóvenes sean generosos. Hacemos lo que podemos, los sacerdotes tienen que ser ejemplares para hacer la vida atractiva a los jóvenes, e impulsamos campañas para que todos los niños que podamos pasen por esa exposición y descubran el valor de la vocación.

—¿Y la falta de catequistas?

—Cuesta mucho trabajo todos los años incorporar a catequistas, pero el año pasado tuvimos un encuentro multitudinario en la Diócesis, por lo que yo no estoy insatisfecho con el número, otra cosa es que hay que cuidar mucho la calidad de los catequistas y la formación. En ello estamos en la Delegación de Catequesis. Hay un buen plan para abordar la formación de nuestros agentes pastorales y el laicado en general. La fuente de la dignidad de las personas depende de la cultura. Una buena participación de los laicos en la vida de la Iglesia, que son la mayoría del pueblo de Dios, depende de la formación que tengan.

—¿Cuál es su receta para atraer a los niños a la Iglesia?

—El otro día fui a confirmar a Villacarrillo y yo, siempre, cuando termino, digo algo de lo que he visto durante la celebración. En la Diócesis de Jaén, la participación de la gente en los servicios religiosos es extraordinariamente buena, silenciosa y piadosa. Allí había un niño pequeño que lo llevaron sus padres a la Confirmación y dio mucho la lata. Cuanto más gritaba él, más gritaba yo. Al final, invité a la madre a que subiera al presbiterio con el niño y le dije: Me gusta mucho que vengan los niños y no me importa que hablen o que griten, hay que dejarlos que corran, lo que me molesta es que los mayores estén distraídos. El secreto de que haya participación de los niños en la Iglesia está en los padres y, ahora, también en los abuelos. En general, en las familias.

—Cuando usted llegó a Jaén se encontró con la Cofradía de la Virgen de la Cabeza intervenida. ¿Tiene una solución ya?

—Efectivamente. Cuando llegué aquí sabía, por mi antecesor, el problema que existía. Estoy de acuerdo con lo que hizo Ramón del Hoyo, porque se había roto la armonía con la Iglesia. Lo que ocurre es que una intervención no es para siempre. Llega un obispo y todo el mundo, de alguna manera, quería decirme lo que yo tenía que hacer. Siempre contestaba que los tiempos los marco yo. Pero llevo año y medio y he considerado que el tiempo ha llegado. Así que, a partir del lunes —hoy—, haré pública la convocatoria de elecciones para que se constituya con normalidad la Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza.

—¿Qué le gustaría a usted?

—Me gustaría que una cofradía entienda cuál es su significado, sabiendo que no es sola y única, sino que tiene más de setenta repartidas dentro y fuera de la provincia, por lo que debería aceptar con normalidad que no es exclusiva de un pueblo, porque la devoción hacia la Virgen de la Cabeza es universal. Hace unos días fue coronada, por ejemplo, en El Carpio (Córdoba). Tres veces coronada, Rosa de Oro... La tenemos que mirar con unos ojos más amplios, porque es una devoción maravillosa y extendidísima por todas partes.

—¿Ha sopesado otra opción?

—No hay otra. Una cofradía tiene unos estatutos y, de alguna manera, lo que quiero es que funcionen de nuevo esos estatutos. Se establecen unos plazos y el obispo aceptará a la junta de gobierno y al presidente que salga elegido con naturalidad. Mi deseo es recuperar la normalidad eclesial. Me da mucha pena que lo más grande que yo me he encontrado esté en estas condiciones.

—De Andújar a Cataluña. ¿Qué opina de la situación que vive el pueblo catalán?

—Como todos los españoles, siento preocupación y perplejidad. No entiendo los procedimientos que se están utilizando, porque son de ruptura con la legalidad, algo que es evidente como ciudadano que soy. Ha faltado el diálogo y la concordia. No sabemos qué puede suceder, pero me gustaría que terminara del mejor modo posible y que se impusiera la prudencia en todo aquel que tenga que hacer algo. No me gusta el tono de Carles Puigdemont, no utiliza la verdad, solo utiliza la suya, ignora la de todos los españoles, la niega y no la escucha. La solución tiene que ser democrática y no hay nada más democrático que una verdadera consulta, que pasa por unas elecciones. Alguien me dirá que por qué me meto en camisas de once varas, pero es que me meto porque soy un ciudadano.

—¿Cómo es su relación con los representantes políticos?

—Muy buena. Tengo excelente trato con el alcalde, una persona cordialísima; también con las autoridades militares, y muy bien con el presidente de la Diputación. Hago lo que puedo, a veces no acudo a los sitios todo lo que quisiera, pero es que mi agenda es tremenda, no puedo estar en todas partes.

—Usted, que ya conoce la capital y se pasea por ella...

—(Interrumpe). Sí, estoy hasta empadronado.

—¿Qué le parece la paralización del sistema tranviario?

—Tengo que decir una cosa. A mí me cae muy bien esta plataforma Jaén Merece Más. Lo digo en general, no tengo prejuicios, porque no sé quién está metido ahí. Que se diga que Jaén merece más está fenomenal, me gusta el lema porque no es victimista, sino que aporta. Nosotros queremos más, necesitamos más, tenían que mirarnos más y mejor, porque esto es evidente. Cuando hablo de Jaén hablo de la provincia. Me gustaría que nuestras carreteras fueran mejores. Yo no sé lo que viajan los demás, pero lo que viajo yo sí que lo sé. Y doy fe de que voy a Córdoba y voy dando saltos, que voy a Andújar y hay que tener cuidado... Creo, sinceramente, que Jaén merece más.

—¿Y el tranvía?

—Es que me pregunta unas cosas... Si ya está hecho, si han creado una infraestructura urbana para el tranvía, hay que usarlo. Además, embellecería verlo en marcha. Es verdad que tiene que ser útil y entiendo que no se puede convertir en un problema para las arcas, pero me caería simpático verlo recorrer las calles.

—¿Se subiría a él?

—Bueno, a lo mejor, por curiosidad. Yo he ido muchos años a La Coruña, donde hay un tranvía en el Paseo Marítimo, al que me subía solo por dar una vuelta. ¿Por qué no voy a hacerlo aquí? Lo que ocurre es que no tengo tiempo para un paseo más relajado por una ciudad que me gusta. Por el número de habitantes, por sus plazas, por su gente, la veo muy de talla humana, por lo que no nos sobrepasa.

—¿Cree que la Catedral será Patrimonio de la Humanidad?

—Ese es el deseo de todos los jiennenses y estaría bueno que no lo fuera también del obispo, pero ya veremos, porque la Unesco tiene problemas internos fuertes. De todas formas, yo siempre concluyo: Nos la declaren o no, la Catedral de Jaén es un verdadero Patrimonio de la Humanidad y, si no, que vengan y lo vean.

—¿Qué le quita el sueño?

—Duermo bien. Sin embargo, hay cosas que me preocupan, por ejemplo las vocaciones. Y hay algo que me remueve por dentro: la pobreza. Hay mucha gente que vive con la mano puesta.

—¿Qué significa ser Hijo Adoptivo de Plasencia para usted?

—Significa un vínculo con aquella ciudad casi indeleble, yo me siento de allí, algo que no es una obligación. Ese reconocimiento no significa que yo no me sienta de aquí, el corazón humano es muy grande. Seré siempre obispo emérito de Jaén.

—Diario JAÉN mantiene una firme apuesta editorial y periodística por mantener vivo el fervor mariano y vertebrar la provincia a través de las medallas de las devociones. ¿Qué le parece?

—Me parece que pone ante la opinión pública, que es vuestra labor, que estamos en una provincia cristiana, fervorosa, donde la Virgen y otras devociones a Cristo y a los santos están muy presentes. En estos tiempos de tanta secularización no debemos tener remilgos a exponer públicamente la piedad del pueblo cristiano.