Ganas de más guerra

23 dic 2015 / 13:05 H.

Que la séptima entrega de La Guerra de las Galaxias (Star Wars) es un “melocotonazo” no solo lo refrenda el récord de recaudación con el que rompió la taquilla en su preestreno, con ingresos cifrados en 57 millones de dólares únicamente en Estados Unidos. La abrumadora campaña de publicidad y márquetin que ha precedido su lanzamiento ha sido tal que, en la provincia, El renacer de la fuerza ha colonizado prácticamente las contadas salas de cine que hay, repartidas entre la capital, Úbeda, Andújar y Linares, y ha cubierto con un manto de silencio el resto de estrenos de la semana. Pero, más allá de los números, “la séptima” es un “melocotonazo” en sí misma, en su contenido y en su forma. Ni técnica, ni argumentalmente cabe ponerle “peros” a la primera película de esta saga de culto que no firma su creador, George Lucas.

Curtido en resucitar y revalorizar sagas cinematográficas, como Star Trek o Misión imposible, J. J. Abrams logra con El renacer de la fuerza que vuelvan a la fe galáctica aquellos seguidores que la habían perdido parcialmente con el giro a la “modernidad” que supuso la trilogía formada por La amenaza fantasma (capítulo I), El ataque de los clones (II) y La venganza del Sith (III). Sin salirse del patrón del éxito que inauguró Lucas con el episodio I, con la ayuda de Lawrence Kasdan (guionista también de El imperio contraataca y El retorno del Jedi) y del mítico compositor de todas las bandas sonoras de la saga John Williams, y evitando riesgos que, quizás, a él no se le hubieran perdonado, Abrams actualiza y, nunca mejor dicho, fortalece una aventura de la que aún queda mucho por filmar.

El episodio séptimo es una mezcla intensa y afortunada de pasado, con la magnética y acertada presencia de los pesos pesados que iniciaron la saga —desde Han Solo a la princesa Leia, pasando por R2-D2 o un Luke Skywalker que aparece en el momento justo—; de presente, gracias a la savia nueva y prometedora que personifican el vacilante John Boyega, el simpático droide BB-8 y una más que convincente Daisy Ridley, que se come la pantalla, y, sobre todo, de futuro, el que queda por escribir. Porque, a pesar de las ráfagas sobrantes de ñoñería provocadas por el reencuentro entre Leia y un Solo que carga, El renacer de la fuerza alimenta el hambre de más Guerra de las Galaxias.