El baile de las cuerdas “danza” en los Baños Árabes

El guitarrista Raúl Cantizano sorprende con un recital pleno de improvisación

12 dic 2018 / 11:24 H.

La improvisación, el eclecticismo, la singularidad... Son algunas de las sorprendentes características de Raúl Cantizano, un músico sevillano cuya labor de investigación en torno al instrumento que domina y al género que lo apasiona —el flamenco— quedó de manifiesto en el concierto que ofreció en la sala templada del Centro Cultural de Baños Árabes, dentro del ciclo Palacio de Invierno, promovido por la Diputación.

Jondo, sí..., pero ese eclecticismo suyo lo lleva a caminar sobre las aguas del rock y de otros estilos con soltura. Así, bajo el título de El baile de las cuerdas, Cantizano improvisó y tiró de repertorio, a partes iguales, para ofrecer a los jiennenses que se decidieron por su propuesta un espectáculo singular: “Flamenco y experimentación”, aclaró el guitarrista sevillano.

No era la primera vez que actuaba en Jaén, ni siquiera en los Baños Árabes, cuya sala templada se convirtió en un cuarto de cabales que calentaron la estancia con sus aplausos. Su guitarra exhaló, en principio, alientos de zambra, acordes con el marco, en una comparecencia en la que Cantizano estuvo solo sobre el escenario, o lo que es lo mismo, bajo la cúpula estrella de los sótanos del Palacio de Villardompardo, y hasta “rechazó” la típica silla de tocaor para sentir el tacto de la piedra milenaria: “El espacio es magnífico”, confesó el artista a Diario JAÉN.

Tan a gusto se encontró Raúl Cantizano en la capital que tuvo el detalle de regalar un estreno al público: “Escuché el primer disco de la Niña de los Peines, de 1910, lo estudié y encontré cosas maravillosas”, confesó. Precisamente, el músico rescató la voz de Pastora Pavón y la acompañó con las seis cuerdas en un cante de fragua que fundió la interpretación de Cantizano con, entre otros sonidos, unos inquietantes. tambores de procesión.

Ya con el respetable en el bolsillo, el guitarrista se arrancó con una composición en la que la figura del maestro Ramón Montoya se erigió a través de una tonalidad de granaína. A partir de ahí, la sala templada rebosó sensaciones gracias al fruto de un singularísimo trabajo de investigación que, en las manos de Raúl Cantizano, se convirtió en toda una clase magistral.