No es tragedia, es auténtica locura

Debemos acallar la conciencia de vez en cuando, que de lo contrario nos explota la moralidad de decir una cosa y hacer otra y así poder seguir vegetando plácidamente en esta vida perra que nos ha tocado vivir.

06 sep 2015 / 10:57 H.

Perra porque nos cuesta llegar a final de mes, las cláusulas suelo nos funden vivos y la crisis nos bajó del burro de que ya éramos ricos, riquísimos por siempre y para siempre. Ensimismados en nuestro ombligo, legítimo ombligo, que para eso es solo nuestro y debemos cuidarlo, cuando llegan noticias como las del pequeño Aylan, todo nuestro interior sufre un vuelco y no tenemos más remedio que reírnos de nosotros mismos y de nuestras miserias, de cómo nos enfadamos por tonterías. Ni lo más perentorio de nuestra vida puede tapar ese drama inmenso, indescriptible. No se trata de una tragedia, es locura auténtica. Occidente, o sea nosotros poderosos que vivimos en el Estado del Bienestar, damos el “visto bueno” a una guerra en Siria porque consideramos que el mandamás es un dictador y lleva pues razón la gente que sale a la calle en la primavera árabe. No medimos bien las fuerzas y el dictador no cae, se enroca y resiste y en esas estamos, regalando armamento a los rebeldes, cuando aparecen los yihaidistas del Estado Islámico. Guerra total, sangre inocente que se derrama en todo el país y huida del horror, millones de refugiados que buscan algo tan simple como vivir, vivir, vivir... Europa asiste como espectadora a este drama humano, incluso con dejación de funciones políticas, además de las humanitarias, a unos acontecimientos que se asemejan al Holocausto judío.

Además de Aylan (en la fotografía) y su hermano Galip, seis niños más de un total de 12 refugiados sirios murieron en aquel naufragio en las costas de Turquía que tanto ha quebrado nuestra conciencia mortecina. Se cuentan este verano por miles las víctimas de las barcazas, los botes hinchables e incluso ya mueren asfixiados en los camiones de ganado que las mafias usan para su traslado hacia la ‘paz’ de Occidente. No hay compasión, se ha quebrado la condición humana y olvidamos de dónde venimos... Que Jaén reclame refugiados, que somos tierra pobre y de diáspora, pero hospitalaria y acogedora.