Una peculiar aldea que rejuvenece

El núcleo poblacional dependiente del municipio de Montizón cuenta con más de novecientos habitantes

15 dic 2016 / 11:30 H.

Empezar de cero, abonar la tierra fértil y crecer con ilusión, con esperanza y con ambición. La aldea dependiente de Montizón, la más bella de la comarca, es un claro ejemplo de que, cuando hay fe en el lugar y expectativas, la vida no solo sigue, sino que progresa y procrea. Como si de una pequeña Manhattan se tratara en cuanto a la cuadratura de sus calles, Aldeahermosa alberga una valiosa juventud que llena de luz la tranquilidad de sus plazas. “Vamos por la tercera generación”, dice, orgulloso, Jerónimo García Flores, responsable del Bar Los García. Y es que, a diferencia del resto de los pequeños municipios rurales que rodean a esta aldea, los jóvenes optan por quedarse para florecer.

Herederos de una mezcolanza de culturas que, allá por el siglo XVIII el rey Carlos III originó con las repoblaciones en la zona, los habitantes de Aldeahermosa supieron extraer la gracia de una tierra provechosa. En este sentido, el olivar es el principal medio de vida de los vecinos. “Todos tienen olivos aquí, raro es el que no tenga”, explica un cliente de García, quien indica que el 90 por ciento de los habitantes posee algún terreno del árbol de hoja perenne. En este sentido, aclara que el 80 por ciento de las tierras son de riego. Una porcentaje alto si se compara con el pequeño tamaño de la aldea. Precisamente por esta cercanía, los parroquianos del bar son capaces de identificar el número de olivos que tiene cada conjunto de propietarios. “Los Vallejos tienen unos 8.200; Mina, unos 65.000; Pizarro, unos 35.000, y luego hay unos 15.000 de particulares”, manifiesta Pedro Miguel González- Lorente.

Enclavados en una zona rica por su resistente naturaleza, los vecinos del lugar también extraen de sus animales el alimento para obtener su alimento. Los trabajos forestales son otra salida que permiten mantener a la población asentada en Aldeahermosa. “Digamos que aquí hay más inversión y, por lo tanto, más medios. Por ejemplo, al colegio [público San Gabriel] acuden unas catorce maestras, que es un número importante”, analiza otro hombre.

Después de tres siglos desde que llegaran los primeros pobladores de la sierra enviados por el intendente del rey, Pablo de Olavide, a Montizón y sus aldeas —Venta de los Santos y Aldeahermosa—, sus habitantes continúan con las tradiciones de sus antepasados procedentes de Europa, como Francia, Alemania, Holanda, Suiza e Italia. Por eso no es de extrañar que en este núcleo de El Condado destaque la Iglesia Evangélica de Aldeahermosa, fundada por misioneros ingleses a principios del siglo XX. Según los vecinos, hay entre ocho y diez familias practicantes de esta religión.

Sin embargo, es la iglesia cristiana la que sigue gran parte de los vecinos, de forma que su patrón es San Juan Bautista. Así, las fiestas, el 24 de junio, son un punto de encuentro en el que los habitantes disfrutan de las verbenas y de las vaquillas. Asimismo, el agua comienza a cobrar mayor protagonismo en los últimos años. Y es que el bien líquido, fuente de vida de cualquier comunidad, es uno de los tesoros más preciados de la aldea. De hecho, el conjunto urbano se encuentra flanqueado por el Río Montizón y su Arroyo Negrete. Gentes trabajadoras, las de Aldeahermosa tampoco desaprovechan las fiestas como las lumbres de San Antón, así como los carnavales.

Conversar con sus habitantes no deja de ser un caja de sorpresas en la que se pueden conocer a los familiares del nadador David Meca, como María José Meca, así como a la activa Asociación de Mujeres de Sierra Morena de Aldeahermosa, presidida por Paqui Rubio. En la Plaza Doctor Cátedra, un grupo de vecinos se concentró en torno al autobús de Diario JAÉN para conocer la historia del periódico y su elaboración a lo largo de sus 75 años de existencia. Los asistentes se mostraron muy participativos y expusieron sus experiencias relacionadas con el rotativo provincial, como Aniceto Jiménez, quien compartió sus conocimientos como antiguo trabajador de una imprenta.