Día sexto

    24 feb 2018 / 11:21 H.

    Se abaten las tinieblas sobre la fría roca del calvario. Apoya María la cabeza sobre el hombro del hijo adoptivo. Su corazón de madre es rosa de pasión al pie del madero. Vocean los sayones. Mueven la cabeza, con soberbia académica, fariseos y doctores de la ley. Beben posca agria los soldados imperiales de rostro atezado y facciones pétreas. Habla Jesús con un débil hálito de voz. “Todo está consumado”. Se ha cumplido su misión en este mundo. Con esa frase nos enseña que, hasta la muerte, estamos obligados a cumplir la tarea para la que fuimos creados. Cada uno la suya, porque no hay dos iguales. La única que nos afecta a todos es la propagación de la fe en su divinidad a lo largo del mundo, además de tratar al cercano como nos gustaría ser tratados por él. No hay oscuridad ni desaliento en las palabras del inmolado cordero divino, sino un balance antes de abandonar el mundo. Sábado nostálgico. El añoso templo es útero de pasiones que acoge a los fieles, gestantes en torno a una muerte anunciada. Pronto, a través de un parto de fe, habrá que renacer iluminados por el fuego de su Resurrección. A los cofrades, su Cruz nos conmueve y remueve las entrañas como marejada en mar abierto. Porque es misterio inexpresable, signo en el que late una inmensa energía intemporal. No podemos apartar la vista de ella. “Al expirar yo, valedme, Jesús de la Expiración...” Cantan los cofrades la deliciosa coplilla de Cuaresma, mientras una voz interior habla de eternidades. Entrañable culto jaenero. Pasión y amor. Jaén es mar de olivos bajo la luna.