30 mar 2018 / 11:21 H.
    TRES CLAVELES A JESÚS
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    Vuelves a esas calles grises, incendiadas.

    Después de una ausencia que nadie olvida.

    Llamas de esa fe que se torna vida

    cuando ves tu espinas desclavadas.

    De una Cruz tu larga sombra seduce.

    Y de tu rostro un racimo de lágrimas

    hermosas nace. Espada de esgrima

    que hasta al más incrédulo reduce.

    Con esperanza atraviesas tu duelo

    de madrugada , y solo sientes el

    alivio cuando el clavel alza el vuelo.

    Y tu sombra se pierde, no existe.

    Lastimada por esa luz que hiere.

    Luz de Viernes que solo Tú resistes

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    Llegas solo e inclinas la mirada

    cuando la noche negra se repliega.

    Y un susurro dulce de viento siega

    el lucero de mi vela apagada.

    A tu lado siempre busco lo oscuro.

    Como Tú Nazareno, mi camino

    es largo, senda que siempre adivino,

    mientras mi alma te descubre ya puro.

    Oh Jesús por un viejecito fuiste

    guiado a este Jaén que siempre enamoras

    mientras llevas la Cruz que ya venciste.

    Y en las riberas de otra madrugada

    aún nacen los recuerdos de mi infancia,

    sueño donde aprendía a ser tu mirada.

    i ii

    A ti Jesús me encomiendo, a tu luz.

    Me encomiendo a tu Santa Cruz amada.

    Soy fiel siempre a tu sombra desvelada.

    Cuando el mundo se detiene al contraluz

    de tu mirada. A tu pie ya descalzo

    que empuja las piedras ensangrentadas,

    me inclino como la noche desnuda

    sobre la montaña, y mi duelo alzo

    al cielo divino, bóveda celeste.

    Y me parece verte subir lento

    ese calvario , y no hay quién se preste

    a ser alma de tu Cruz salvadora.

    Y solo Simón el Cirineo a tu auxilio

    Llega. Amor que vuela hacía la aurora

    Textos: Martín Paredes Aparicio