Monumentos al ego

Paseaba entre olivos y chaparros en uno de estos días primaverales de afición esparraguera, cuando interceptó mi errante caminar el vallado del circuito de motocross de Torres de Albanchez. Enseguida mi mente voló, quizás en un vuelo fantasma con despegue en el aeropuerto de Ciudad Real, pongamos por caso, con destino a las cercanas elecciones municipales. Pensé en el tipo de emociones que debe sentir el político, o la política, que esto tampoco es privativo de un sexo, ni de un partido, porque en todos pueden aparecer redentores con sueños de grandeza, ante algunas de esas obras que inauguró sacando pecho, en las que se invirtió mucho dinero público y que ahí quedaron, haciéndose viejas, sin uso, o con un uso distinto que no justifica la inversión. Sin salirnos de la provincia, utilicemos como ejemplo dos casos extremos: El de la capital, Jaén, con su soberbia infraestructura de tranvía, sin tranvías, y un pequeño pueblo que no llega a los mil habitantes, Torres de Albanchez, con su mencionado circuito sin motos. Dos obras importantes, cada una en la enjundia de su contexto, que han colaborado para colocarlos en los dos primeros puestos del listado de Ayuntamientos más endeudados, con más de dos mil quinientos euros per cápita (datos de 2.013, que habrán variado poco). Todo un logro de unos mandatarios que, con escasos o nulos estudios de viabilidad de los proyectos, quisieron dejar huella de su paso por la alcaldía. Y profunda frustración, pesar, arrepentimiento, tal vez despecho hacia el adversario político que no ha sabido rentabilizar sus brillantes ideas. Pero, en casos como estos, puesto que es una práctica bastante extendida en la geografía española, el ciudadano común valora la oportunidad y la rentabilidad de la obra para juzgarla válida o calificarla de despropósito, como mínimo.
Y a callar y a asumir las consecuencias, como buen contribuyente. Cerraba mi cavilación con un deseo: Cordura en nuestros políticos para sus proyectos, porque los ciudadanos preferimos recordarles por una gestión modesta, ajustada a necesidades del municipio, transparente y eficaz, antes que por una obra que, finalmente, quede como monumento a la improvisación, al ego y a la jactancia.

    15 may 2015 / 15:02 H.