Una mujer denuncia un robo con el “timo de la estampita”

Un engaño muy antiguo, inmortalizado en películas, volvió a perpetrarse con éxito. Se trata del fraude denominado popularmente “timo la estampita”. Una mujer de sesenta años ha denunciado que perdió 9.000 euros por este burdo procedimiento delictivo. Los hechos comunicados a la Guardia Civil resultan, cuando menos, rocambolescos.

28 jul 2015 / 09:25 H.


La víctima, que prefiere permanecer en el anonimato, relató que caminaba por la calle México, junto a la intersección con Colombia, ya que se dirigía hacia una autoescuela. Explicó que en esos momentos se le acercó una adolescente que aparentaba entre quince y diecisiete años y caminaba con dificultad y entre temblores, de manera que simulaba ser una discapacitada. La estafada indicó que le preguntó por el colegio San José y que, en un momento dado, la mostró un fajo de dinero. Poco después, aparecieron un hombre y una mujer de unos sesenta años, lo que se conoce como “gancho”, que consiguieron “liarla”. La cuestión es que la supuesta menor con problemas decía que llevaba “unos papelotes feos” y quería romperlos, entre los que se veían billetes. La pareja la convenció para que se desplazara hasta su domicilio, situado en la calle Cuba, para cambiar el contenido de esa bolsa por una suma en metálico. Así —aseguró— la sacó de la vivienda y se la entregó a los delincuentes. Juntos se movieron por varios puntos de Alcalá la Real en un automóvil que, de acuerdo con el testimonio de la afectada, era un Ford negro. Finalmente, después de solicitarle que comprara a la “niña” unas golosinas, los autores del golpe dejaron a la fémina en la Avenida de Andalucía, a la altura de Los Canarios, y se marcharon.

La perjudicada asevera a Diario JAÉN que está convencida de que fue “drogada”, probablemente con un esprái, ya que sufrió dolor de cabeza y lagunas de memoria. “Me dejaron sin voluntad”, recalcó la mujer. La víctima, que se encuentra muy impactada desde que ocurrió el suceso, llamó la atención sobre lo bien planificados que estaban todos los detalles. Por ejemplo, en el momento en el que fue abordada no había gente en la calle. Según su descripción, los cacos tenían acento español y unas caras “muy normales”, así como una forma de vestir corriente. El hombre —apuntó— era corpulento, bastante alto y con bigote, mientras que su acompañante era delgada y rubia. La discapacitada ficticia vestía de azul, lo que recordaba un uniforme.